Kenji Fujimori en contra del Sodalicio. (Anthony Niño de Guzmán)
Kenji Fujimori en contra del Sodalicio. (Anthony Niño de Guzmán)

Definitivamente tenemos a Kenji Fujimori hasta en la sopa, como bien escribió el congresista Mauricio Mulder en El Montonero. El parlamentario naranja resopla: reacción inmediata y gran cobertura mediática. Suspira y se buscan las razones ocultas de tal proceder. Desafía a su partido en actitud solitaria y recibe el respaldo de los antifujimoristas más acérrimos que reclaman libertad de expresión para él. Seguimos cada movimiento sutil o grueso del ya no tan benjamín de los Fujimori. Vivimos en la ‘kenjimanía’ más frenética y febril. Para que esta telenovela sea ya no ya, falta una cancioncita, un ‘rap’ pegajoso, que seguro aparecerá.

Los antifujimoristas incentivan al hijo del ex presidente Alberto Fujimori y la pregunta cae de madura: ¿se da cuenta el congresista de que el apoyo es bastante sospechoso y rocambolesco? O piensa que su discurso de tender puentes y sembrar más árboles para paliar el daño ambiental es el que seduce a sus acérrimos oponentes políticos. Para cualquiera que ve las cosas desde lejos, le falta con urgencia un par de gafas, recordando aquello de “la importancia no está en el ojo, sino en el anteojo”.

Creer que escapa al proceso disciplinario en su partido porque recurre a una ‘leguleyada’, imputando que el reglamento del grupo fujimorista no está inscrito en el Congreso, es no caer en la cuenta de que está mal asesorado. O ser iluso. Cualquiera de las dos vale. Sigue desafiando a sus pares y se expone a que le digan que el apellido no le da corona ni cetro. Su argumento último es que lucha denodadamente por el indulto a su padre. Pero ello no es suficiente para explicar, si cabe el término, sus actitudes infantiles y ajenas a la respuesta política.

Cuando el congresista Fujimori sale en una breve filmación con su madre, desconectada de los quehaceres partidarios, burlándose de las sanciones que le esperan, muchos tienden a pensar que el indulto no es el ‘leitmotiv’ de todas estas actitudes. Los más observan un protagonismo frente a su hermana que busca desplazarla, en imaginaria alianza con sectores no naranjas. Son los mismos que reciben con júbilo su propuesta de la bicameralidad que, siendo relevante, está lejana de la crisis que vive el Perú, de la cual solo saldrá si se gobierna en alianza con el ‘súper numérico’ fujimorismo.

Ir a Palacio para la juramentación del nuevo gabinete, a la que no fue invitado, a decir de la primera ministra, para presentarse con nostalgia y hablar de su paso por la casa del gobierno podría apuntar a una candidatura. Lo sabremos solo cuando ocurra, igual que el indulto a Fujimori. De producirse, ciertamente no será debido al ímpetu del congresista Fujimori.

La política no funciona así.

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