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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Hace unos años tuvimos un sueño. Un hermoso sueño. Hacer una feria gastronómica que celebrara todo aquello que formaba parte de la cocina peruana. Sentíamos que había llegado el momento.

Que durante una década habíamos batallado por una serie de objetivos: construir una comunidad gastronómica unida en principios y valores comunes, reconstruir el sentimiento de seguridad y orgullo de los peruanos hacia lo nuestro, lograr que nuestra cocina se haga conocida en el mundo, llevar dignidad y reconocimiento a nuestros agricultores en el campo y generar con ello oportunidades para sus productos.

Sentíamos que era urgente crear un espacio en el que pudiéramos comprobar si todos esos sueños ya eran realidades. Una feria en la que podríamos saber si finalmente nuestra cocina se había convertido en una herramienta de integración, fraternidad y oportunidades para todo aquel que se sienta parte de ella. Fue así como nació , sin saber que en poco tiempo se convertiría en una de las tres ferias gastronómicas más importantes del mundo.

Y fue así como, al cabo de dos años de fundada, al cumplir los objetivos soñados, que sentí que había llegado el momento de dejar su conducción.

Pero el tiempo pasa volando y nuevos desafíos se van presentando en este mundo que cambia vertiginosamente. Nuestra cocina ha logrado finalmente ser conocida en el mundo. Ha logrado que nuestros campesinos sean reconocidos por cocineros y comensales. Hemos podido construir juntos un sentimiento genuino de orgullo por nuestra cultura, hemos podido celebrar nuestras diferentes expresiones culinarias desde una mirada fraterna, y hemos logrado que todos, desde el anticuchero hasta el cocinero de vanguardia, desde el pequeño agricultor hasta el pescador artesanal, desde el entrañable restaurante en el mercado hasta el , todos se sientan reconocidos y, sobre todo, sientan que pueden hacer sus sueños realidad mientras contribuyen con su esfuerzo a fortalecer la imagen de nuestra cocina.

Sí, el tiempo pasa, los desafíos cambian y por ello es necesario explorar nuevos sueños, coherentes con los retos de nuestra cocina en estos nuevos tiempos. Y es así como aparece el sueño de que el próximo año hagamos una feria mundial de la gastronomía que convierta a , durante una semana, en la capital culinaria mundial. Una feria que reciba durante un fin de semana a los mejores platos del mundo hechos en vivo y en directo por los más famosos cocineros del mundo de cada uno de esos platos.

Imagino a la delegación de India con el cocinero más famoso del curry y el panadero del delicioso naan. Imagino al paellero más encumbrado haciendo paellas una por una al lado de la tortilla española más famosa o del mejor jamón del mundo. Saboreo a la representación marroquí, con su cous cous y su tagine, al lado de la francesa con su cossoulet y sus quesos; de la belga con sus wafers y sus moules frites; de la italiana con el mejor pesto, la mejor carbonara y la mejor de las pizzas de Napoli.

Sueño con ver frente a mí al maestro japonés del tempura o del soba junto al gran maestro del pato pekinés o del siu mai cantonés, al lado del cocinero vietnamita con su sopa pho y su banh mi sandwich. Imagino a la señora famosa de con su mole o a la carretilla de tacos de carnitas.

Al cocinero de salteñas al lado del rey del choripán de . Al mejor pastel de choclo chileno, al lado de las deliciosas arepas venezolanas. A la más famosa feijoada brasileña, junto a al mágico pad thai de Tailandia. Sueño y sueño con que en Lima el shish kebab turco y el marmaon palestino comparten feliz escenario con el delicioso fallafell israelí y con todo lo que los cocineros peruanos tienen para mostrar al mundo.

Una hermosa feria mundial que envía desde Lima un mensaje a este mundo de intolerancias, de cómo a través de la cocina podemos celebrar nuestras diferencias, compartiendo entre todos felices y en paz. Una feria en la que los limeños nos convertimos en los anfitriones del mundo recibiendo a todos estos cocineros que no solo cocinarían sus platos al público, sino que, además, compartirían su conocimiento en un auditorio multitudinario.

Una feria diseñada como un gran mercado al que se puede acceder gratuitamente, como sucede en todos los mercados. Una feria que, además, cuando los visitantes partan, quedaría instalada durante todo el año, pero convertida en el más hermoso mercado del mundo, con ingreso gratuito, con todos los productos y cocinas del Perú conviviendo con diferentes cocinas del mundo, con espectáculos, clases de cocina y música, para convertirse en uno de los grandes atractivos turísticos de Lima y en un hermoso lugar de encuentro y celebración entre los peruanos.

Un sueño difícil pero no imposible. Cuando soñamos Mistura, nadie creía en ella. Y lo logramos. Hoy, iniciar este nuevo sueño parece inalcanzable, pero, como en aquel tiempo, es solo la voluntad, la convicción y la confianza mutua las que podrán hacerlo realidad. Un nuevo sueño hoy inicia su camino. Ojalá logremos hacerlo realidad.