El virus de la demagogia
El virus de la demagogia

La crisis planetaria del , qué duda cabe, mantiene a los peruanos en vilo desde hace más de dos meses. Uno por la ferocidad del patógeno, que ha obligado a la población a una cuarentena que –pese a haberse flexibilizado– se sigue alargando. Dos, por el daño que este encierro obligatorio, e inevitable, está causando a la economía del país y a la de todos los peruanos. Y tres, por el irresponsable, errático populismo en que ha caído el Poder Legislativo –atizando la inseguridad y la confusión de la ciudadanía– y del cual el Ejecutivo se contagia, al menos verbalmente, algunos días y otros también.

Es decir, los dos principales poderes del Estado, llamados a liderar la lucha del país por sobreponerse a una emergencia sanitaria que hoy atenaza el mundo, sin saber cuándo llegarán las vacunas o un tratamiento verificado por la ciencia, antes que parte de la solución, parecen más bien decididos a ser parte del problema, aprovechándose de las circunstancias solo para, presuntamente, cobrar réditos políticos.

No de otra manera se entiende el flujo de normas legales técnicamente tan objetables como las que el Congreso de la República viene lanzando y que el gobierno de deja pasar –lo del retiro de fondos en las AFP es un caso emblemático– como “sin querer queriendo”, luego de haberse manifestado en contra y pudiendo haberlas detenido, cosa que finalmente no hace, suponemos por temor a quedar mal (léase: un bajadón en las encuestas) ante quienes serían los beneficiados.

Nos referimos, por supuesto, a la suspensión de pago de peajes, control de precios, reforma del sistema previsional –que en manos de estos legisladores solo puede inspirar pánico– y otros proyectos y medidas anunciadas que, de terminar promulgándose, además de violentar la Constitución, causarán daños irreparables, de los que ellos serán los únicos responsables, a la economía y la credibilidad del país ante los inversionistas. Y vaya que el Perú los va a necesitar, una vez que las urgencias y demandas de la lucha contra la pandemia cedan su lugar a las urgencias y demandas de la subsistencia en el nuevo mundo que emergerá al cabo de la devastación del coronavirus.