Ecuador en conflicto (Foto: Captura de pantalla)
Ecuador en conflicto (Foto: Captura de pantalla)

Sobrecogedoras las imágenes que llegaron desde Ecuador, donde una veintena de bandas del crimen organizado generaron caos en las principales ciudades de ese país.

Coches bomba, saqueos, incendios y actos de violencia que incluyeron el asalto a universidades, centros penitenciarios, hospitales y hasta un canal de televisión, que a los peruanos nos recordaron los años del terror que aquí se vivieron en las últimas décadas del siglo pasado.

El presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, se vio obligado a declarar de inmediato una situación de Conflicto Armado Interno, para que el Ejército saliera a las calles a combatir a las organizaciones criminales que, al atacar al Estado de manera coordinada y sistemática, se han constituido en terroristas.

Pero vernos en el espejo del hermano país del norte –”aquisito nomás”, como diría la conseja popular– debería hacer reflexionar a nuestras autoridades. ¿Será necesario que se produzcan hechos tan graves para que de verdad tomen en serio la ola criminal que también acosa al Perú?

Que un grupo de ‘avezados cacos’ –nunca tan oportuno el lenguaje de la antigua prensa roja para describir estos luctuosos sucesos– asaltara a la guardia de seguridad del hijo de la presidenta de la República, Dina Boluarte, para robarle sus pistolas, no pasaría de un chiste político, o un meme, si no fuese una trágica representación de la total inoperancia con que el Estado peruano está enfrentando al delito.

Y ya antes, en Pataz, un convoy de la Policía había sido atacado por una turba de malvivientes vinculados a la minería ilegal: señal alarmante, también, de lo mucho que ha escalado la delincuencia en nuestro país. Eso, desde luego, sin contar los actos diarios de extorsión a pequeños, medianos y grandes comerciantes, la trata de personas, los asesinatos a cargo del sicariato y la corrupción de funcionarios y agentes de la ley que estas actividades terminan acarreando.

Si vivimos en un país en el que ni siquiera las fuerzas de seguridad están a salvo de robos y golpizas, es que muy mal andamos.

Esperemos que esas imágenes que han llegado de nuestro vecino del norte hagan reflexionar al Gobierno y, más allá de cerrar fronteras formales, asuman que esta lucha contra el crimen requiere más inteligencia policial que ofrecer solo “mano dura” legal (aumentar las penas) o declaratorias parciales de estado de emergencia que hasta ahora han servido de poco y nada.