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Redacción PERÚ21

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Carlos Meléndez,Persiana AmericanaLas elecciones del domingo revelan los destinos distintos de dos versiones de la izquierda. Santos y Villarán encarnan hechos históricos que revelan las características de sus proyectos de 'izquierda'. Mientras el primero logró una reelección popular (¿cuándo una gestión de izquierda se reelige con tanto apoyo en el país?), la segunda devino en una pérdida total de gracia.

El proyecto cajamarquino tiene la solidez de un movimiento social. Las rondas campesinas y el magisterio dan el soporte 'desde abajo' a un líder que supo traducir la dignidad de sus paisanos en una versión de lucha contra el 'modelo'. Mientras su oposición (y sus emisarios mediáticos) articulaba un embate torpe y egocéntrico en su contra, Santos –sin quejas villaranescas– cambiaba victimización por representación. Pero ello no significa que la mitad de cajamarquinos sea de izquierda. Quizás lo más sensato es decir que son 'antilimeños' que apoyan a sus élites de izquierda que representan su orgullo regional.

El ¿proyecto? limeño fue perdiendo viada. Villarán respondió a sus rivales con desesperación y sin brújula. Su discurso alternativo fue perdiendo filo y, para hablar en términos marxistas, se quedó en la superestructura. El 'pasacalle' como instrumento de la lucha social (¡!). La consultoría como guía ideológica. Su involución puede reflejarse en sus cuadros: de Marisa Glave a Augusto Rey.

El futuro de la izquierda peruana radica en capitalizar los recursos disponibles en el norte: convertir a Cajamarca en el Porto Alegre peruano, sumando la reflexión técnica a la fuerza del movimiento social (moderando su radicalismo). La izquierda provinciana y de base ha dado una lección a la izquierda limeña, clasemediera e intelectual. Pero, quiera o no, la necesita.