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Redacción PERÚ21

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Roberto Lerner,Espacio de crianza

Una compañía enorme como la alemana SAP acaba de anunciar que hacia 2020 el 1% de su fuerza laboral estará constituida por personas diagnosticadas con desorden del espectro autista. No imaginamos que es precisamente lo que está en la lista de preferencias de un cazador de talentos. Tampoco es una expresión de responsabilidad social o respeto por alguna ley de cuotas en relación con discapacitados.

Se trata de una decisión centrada en la más pura lógica empresarial: conseguir una ventaja comparativa con respecto de la competencia. Ya una compañía danesa ha venido empleando autistas para someter a prueba diferentes programas informáticos. En efecto, aunque no todos los lugares del espectro autista albergan a individuos capaces de insertarse en espacios laborales, muchos son realmente buenos cuando se busca detectar errores, tomar decisiones racionales, imaginar soluciones sin pensar si son factibles o no, memorizar detalles, realizar tareas repetitivas con exactitud y rapidez, o manejar grandes cantidades de información con el fin de encontrar patrones.

Las organizaciones que apuestan por utilizar capacidades especiales con el fin de mejorar sus ofertas tendrán que hacer ajustes en sus entornos: quizá oficinas menos iluminadas y más silenciosas. Pero los ejecutivos y clientes "normales" también deben aprender novedades: ser concisos y directos al formular pedidos o instrucciones, evitar doble sentido, no emplear metáforas y aceptar comentarios muy francos y poco diplomáticos.

El reto es muy interesante y va más allá de la buena conciencia, la compasión o la explotación. Es una manera de dar valor a la diferencia y aprender de ella.