(GEC)
(GEC)

Por Alonso Morales Acosta

La circulación del flujo sanguíneo es tan vital para el humano como lo es la información para el sistema de precios. Los precios no son solo reflejo de los costos, gastos y márgenes, sino también de expectativas (si todos creemos que un medicamento va a salvar nuestras vidas, todos correremos a comprarlo) y el “regulador” de sus excesos es la competencia. De ahí que el rol del Estado sea que la competencia fluya, reduciendo barreras burocráticas, combatiendo el abuso de posición de dominio, la concertación de precios, la competencia desleal, velando porque la oferta sea bien informada al consumidor.

Querer solucionar un problema de escasez con el control estatal de precios es como querer apagar el televisor con un disparo. No veremos la programación mediocre, pero no lo podremos volver a encender. Así será la decisión del burócrata que tendrá que determinar el precio de una variedad de productos que no produce ni conoce. ¿El precio controlado va a corresponder a los costos y márgenes esperados? ¿O mejor será colocar el dinero en un depósito bancario? La incertidumbre generará que el bien no se produzca o que se venda caro. Lo primero pasará en el mercado formal y lo segundo en el mercado negro. Esta película es repetida; basta recordar los gobiernos de Belaunde, el primero de Alan García y mirarnos en los espejos de Cuba y Venezuela.

Ahora vamos a ser víctimas de un “remake” del delito de especulación y acaparamiento. El Congreso ha creado un mundo ficticio en el que coexisten un mercado dinámico con un precio “habitual”, donde se puede distinguir infaliblemente almacenamiento de “acaparamiento” y “especulación” de ventas bajo riesgos extraordinarios. En cada episodio se creará un “villano” y se tapará lo inconveniente, aparecerán las farmacias, ocultando que el pánico a la salud pública gatilló la automedicación masiva; se responsabilizará a los vendedores de oxígeno cuando el mercantilismo del Estado redujo la competencia (véase R.M. 062-2010/Minsa) y se congelarán los arrendamientos para responsabilizar a los propietarios de la crisis sanitaria. ¡Total, ya se hizo con los peajes fijándoles su precio en cero!