Parece increíble que en estos momentos nuestra civilización siga siendo tan violenta, señala la columnista. (Foto referencial de YURI CORTEZ / AFP)
Parece increíble que en estos momentos nuestra civilización siga siendo tan violenta, señala la columnista. (Foto referencial de YURI CORTEZ / AFP)

La guerra es dolorosa y absurda. Además, es indigna para las víctimas que pierden su vida y sus derechos mínimos, y para los agresores que, al volverse asesinos, nunca dejarán de serlo. Para quienes estamos lejos, es doloroso ver las fotos y videos de tanta gente sufriendo. De niños que tiemblan con los ojos descolocados y que, aunque son aún pequeños, entienden perfecto la atrocidad que viven. Es desconsolador ver sus heridas y su dolor, sus llantos al despedirse de sus padres muertos, su tristeza al ver a sus hermanos partir. Es espeluznante ver a otros pequeños y sus cuerpecitos sin aliento, descolgándose de los brazos de quienes los cargan, sus ojos sin brillo, su corazón sin alma.

Es doloroso ver a madres despidiéndose de sus hijos, mientras les dicen al oído que los aman mucho, que nunca los olvidarán. Seguro pidiéndoles perdón por haberlos traído a este mundo lleno de maldad y de odio. Madres que deberán darles un último abrazo para luego partir. Es horroroso ver a jóvenes que gritan desesperados al ser amenazados y llevados lejos de casa, arrancados de sus familias. Es terrible ver cómo los hospitales son atacados y saber que todos los pacientes, incluyendo niños y bebés en incubadoras, van a morir por falta de cuidados. Es inhumano ver cómo se humilla a las personas que emprenden el desplazamiento forzado. Es difícil escuchar las celebraciones a la tortura, a la expulsión y al asesinato. Es duro ver cómo los países les dan la espalda reflejando su inhumanidad.

Es conmovedor ver cómo algunos jóvenes periodistas y fotógrafos independientes documentan el día a día de la masacre para que no se olvide nunca. Es enormemente enternecedor ver a todo el personal médico luchando por la vida de sus pacientes. Es emocionante ver las protestas –cada vez más masivas– que se reproducen por todos los países del mundo pidiendo la paz, exigiendo que pare la muerte. Es emocionante cuánta gente apuesta por la vida y es tristísimo ver cuántas otras personas apuestan por la muerte, en complicidad con aquellas que se quedan en silencio.

Parece increíble que en estos momentos nuestra civilización siga siendo tan violenta y tan estúpida, que se mate gente por poder, que se eduque en el odio y se promueva la segregación. Quienes no somos creyentes pero hemos sido criados en entornos católicos no podemos entender del todo la conexión entre las personas y su Dios pero sí podemos comprender profundamente que ningún Dios te pedirá exterminar a nadie pues ese no sería el Dios; sería el Diablo. Y es ahí donde se encontrarán cuando les llegue la hora, pagando todos sus pecados sentados en las hogueras del infierno.