Lo peor es que ahora a la contaminación visual se le suma otra plaga: la contaminación lumínica, advierte la columnista. Foto referencial.  (Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)
Lo peor es que ahora a la contaminación visual se le suma otra plaga: la contaminación lumínica, advierte la columnista. Foto referencial. (Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)

Nuestra sociedad se ha acostumbrado a vivir entre anuncios de ofertas, promociones y promesas para acabar con la caspa, ser feliz al comprar un lote o proteger nuestra piel de los rayos del sol. Vivimos rodeados de letreros publicitarios que se meten a la fuerza por nuestros ojos y pocos son los que reconocen que nuestras ciudades son presas de la contaminación visual.

Llegado el verano, la agresión publicitaria es mayor y espacios urbanos como la Panamericana Sur se convierten en territorio en disputa y los billboards compiten por llamar nuestra atención. Pero lo peor es que ahora a la contaminación visual se le suma otra plaga: la contaminación lumínica. Este tipo de polución se refiere al impacto negativo que genera la luz excesiva proyectada, en este caso, por anuncios publicitarios desmesurados. Quizá el peor ejemplo actual sean los anuncios de Axe, una marca de desodorantes, que utiliza potentes láseres que emiten luces de colores que contribuyen significativamente a este fenómeno.

El problema con estos anuncios es que no solo deslumbran a los conductores, aumentando el riesgo de siniestros viales, sino que también perturban la armonía visual del entorno.

La falta de regulación en la publicidad outdoor ha permitido que esta problemática prolifere. Es imperativo que se implementen medidas para controlar la intensidad lumínica de los anuncios, especialmente en zonas de alto tránsito como la carretera Panamericana Sur. Esto no solo preservará la seguridad vial, sino que también mejorará nuestros paisajes. Por otro lado, en zonas pobladas este exceso de iluminación afecta la calidad de vida de las comunidades circundantes. La exposición constante a luces brillantes durante la noche puede perturbar el sueño y generar impactos negativos en la salud mental.

Las autoridades deben considerar establecer límites claros en cuanto a la intensidad lumínica permitida en los anuncios publicitarios. Además, se podría implementar un sistema de monitoreo para asegurar el cumplimiento de estas regulaciones. Invertir en tecnologías que reduzcan la contaminación lumínica, como luces LED más tenues o paneles publicitarios inteligentes, podría ser una solución viable. Claro si es que aún no se animan a sumarse a la tendencia mundial que está restringiendo a zonas específicas de las ciudades (como Times Square en Nueva York) e incluso prohibiendo la colocación de anuncios publicitarios en las calles