(César Grados/GEC)
(César Grados/GEC)

El del comercio ambulatorio es uno de los más graves obstáculos que enfrenta la lucha contra la pandemia y la “normalización” de la vida económica en el país. Estamos hablando ya no solo de planes y normativas, de proyectos de reactivación, sino de un drama social que se ha agravado con la crisis sanitaria y que, de no afrontarse con sagacidad y consistencia, seguirá poniendo en riesgo a la población, en especial a los sectores de bajos ingresos.

Y al respecto, el tema de La Parada es uno de los más emblemáticos, dada su antigüedad y persistencia. Una y mil veces se le ha buscado regular, clausurar, reestructurar, reconstruir… pero, como dice George Forsyth, alcalde de La Victoria, los comerciantes igual siguen ahí, nunca se fueron, sin local ahora, pero muy activos en la calle, donde comenzaron: 12,000 personas trabajando en desorden y peligroso descontrol sanitario, desafiando toda ley o autoridad. A ellos se les suman ahora, aparte de los nuevos desempleados, los comerciantes de Gamarra, muchos de los cuales, ante el cierre de sus establecimientos y la imperiosa necesidad de dar salida a sus productos, se han convertido también en vendedores ambulantes, aumentando, de paso, el caos y el riesgo de contagio en el distrito victoriano.

¿Cómo condenar a este ejército de trabajadores informales que sale a la calle a ganarse como sea el sustento diario para sus familias, tan severamente dañado por la pandemia? ¿El alcalde de Lima, el Gobierno no podrían ponerse de acuerdo con la Municipalidad de Santa Anita para construir el gran mercado de abastos que necesita Lima y que albergue a estos comerciantes? Porque obras como esta deberían ser ya una prioridad, pues beneficiarían tanto a la salud como a la economía de los limeños, sean vendedores o consumidores.

La iniciativa de los mercados descentralizados, usando, transitoriamente, el espacio de los parques zonales de la ciudad, por ejemplo, podría ser asimismo una alternativa momentánea para estos comerciantes. El Ejecutivo debe prestar también oídos a estas ideas provenientes del sector privado y evaluarlas con seriedad, ya que constituyen aportes que podrían ayudar significativamente a la solución de grandes problemas sociales.