Ataque a la Carta
Ataque a la Carta

Aparte de lo inoportuno de lanzar un proyecto para modificar, parcial o totalmente, la Política del Perú justo en los días previos a la presentación del actual gabinete ministerial liderado por Vicente Zeballos, la propuesta del diputado acciopopulista Orlando Arapa es completamente descabellada.

No hay ninguna razón mínimamente aparente para cometer lo que un prominente correligionario suyo ha tildado de “despropósito”. Puede que la Carta Magna necesite alguno que otro ajuste en el capítulo de la Estructura del Estado para adaptarla a los tiempos difíciles que corren, pero nada en lo esencial demanda cambios urgentes. Menos aún si los antecedentes de este Congreso llevan a pensar que la iniciativa se debe a que la Constitución se ha convertido en el principal obstáculo del irrefrenable afán –al que se han sumado no pocas bancadas– de continuar promulgando leyes populistas, bajo el objetivo de congraciarse con sectores específicos de la sociedad, teniendo como único norte los próximos comicios presidenciales: así de grueso, así de obvio.

La pregunta que se hace la opinión pública, más bien, es esta: ¿qué está sucediendo en el partido que fundó Fernando Belaunde Terry? No es que aquello de “el Perú como doctrina”, que solía revolearse como ideario, haya sido un dechado de apotegmas y fundamentos conceptuosos que guiaran la trayectoria de los líderes de un partido que llegó dos veces a la Presidencia de la República y tuvo un papel protagónico en nuestra compleja transición democrática, luego de que Alberto Fujimori huyera del Perú con destino a su Japón natal, pero lo que está poniendo en evidencia este Congreso es alarmante.

Y en lo que hoy se percibe como una acefalia política, aprovechada por apetitos electorales, lo real es que quienes hasta hace medio año representaban los liderazgos más claros en , al menos en cuanto a aspiraciones presidenciales, brillan por su silencio, apenas quebrado ocasionalmente y casi en voz bajita para opinar en contra de tal o cual propuesta de sus parlamentarios, como si no quisieran hacer olas, en lugar de poner la casa en orden y acabar con esta nefasta euforia legislativa que solo puede traer desgracia para el país.