Pedro en su mundo.
Pedro en su mundo.

Siempre fue un hombre flaco. Traía consigo una combinación de ojeras y sombras punk que permitían que el brillo de sus ojos se luzca sobremanera. Su sonrisa aprendió a hacerse más grande con el tiempo. El cabello frondoso y despeinado, dejándose llevar por los aires de los escenarios donde tocaba cantar. Algunos lo recuerdan con una bufanda, otros con el polo negro simple que dejaba ver las cadenas o pitas de su cuerpo. También hay los que se lo imaginan con casaca de cuero con tachas.

Pero hay unanimidad en algo: iba siempre con su guitarra. Era lo único que lograba domarlo. En los últimos años, cuando ya no pudo cantar más, su instrumento se convirtió en su mejor forma de hablar. Su casa era lo más parecido a un museo de instrumentos. Entre Gibson, Epiphones, Marshall y amplificadores. En diciembre compró una Gibson J-45, “la mejor guitarra de la historia”, como la describió. Se cerraba un ciclo. Uno que comenzó en 1985 cuando, caminando con su mamá por Paruro, se hizo de su primera guitarra eléctrica, una Pearl de 400 dólares que cambió por su viaje de promoción.

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Pedro Martín José María Suárez-Vértiz Alva. Cuatro nombres como mandaba la tradición familiar, fue el mayor de sus hermanos: Germán Patricio Manuel María y María Fe Paula Gracia. Las tres Marías, compañeros inseparables además de sus conciertos. Nació un 13 de febrero de 1969, día previo al Día de San Valentín, quizás de allí adoptó la sensualidad y sexualidad de sus frases y pensamientos. Descubrió su vocación muy pronto, a los 6 años, cuando cayó en la cuenta de que todo objeto al ser golpeado producía un sonido, una nota. Fue así que empezó a ordenar las cosas de su casa, como si de escalas se tratara, para tener una suerte de marimba.

En sus redes sociales guarda una foto retrato que le hizo su padre a los 18 años. Hernando, a veces escultor, a veces pintor, a veces arquitecto, siempre artista. En la foto, blanco y negro, aparece Pedro, serio, con la mirada fija al frente. La camisa entreabierta deja ver parte de su pecho. Pero lo importante es el agradecimiento que le da el músico a su padre. “Sin mi papá nunca nos habríamos autodescubierto”, menciona, agradecido por el hombre que lo guio por el arte y que una noche le dijo que, en vez de dibujar en papel a superhéroes como Ultraman, Ultra Siete o el Capitán Eclipse, sería una buena idea crear a su propio superhombre.

“Inventar mi propio superhéroe fue idea de mi papá y vaya que me hizo descubrir un universo creativo dentro de mí. Con mucha fe en él por cierto. Trasladé esa fe al piano, y de ahí salieron mis canciones”, contaría, nostálgico, muchos años más tarde.

De su madre, Rosa Alva, aprendió el mecanismo para pisar tierra y ser metódico. Los elementos que necesitaba ese torrente sanguíneo lleno de arte para encaminarse a terrenos profesionales.



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Los once años de Pedro Suárez-Vértiz en el colegio María Reina de San Isidro se dividieron en su etapa como escolar y también como artista. En 1984, ya a sabiendas de que la música era lo suyo, fundaría Paranoia, puberta banda escolar junto a su hermano Patricio y Arturo Pomar Jr. Completarían la numerosa agrupación de 9 jovencitos otras figuras como el hoy congresista Edward Málaga.

Pero la gloria estaría reservada para meses después. Arena Hash (1985-1995) fue el estandarte del rock peruano por toda una década. Cuatro chicos: Pedro, Arturo, Patricio y luego Cristian resultaron en esa clase de estrellas que a veces nos cuesta imaginar. Llenaban conciertos, no podían caminar por las calles; todo lo que tocaban era éxito y sus rostros, portadas. Los programas de televisión peleaban por tenerlos. Las comparaciones son infinitamente odiosas, pero si en Argentina Soda Stereo era lo mainstream, en Perú Arena Hash era lo que todo joven soñaba con ver o ser algún día. Mientras el terrorismo deshacía el país, pues cuatro muchachos intentaban reconstruirlo un poco con su música. Y uno en especial, Pedro, componía las letras de ese tornado con nombre de playa gringa.

“Me resfrié en Brasil”, “Cómo te va mi amor”, “La rubia en el avión”, “Y es que sucede así”. Todos hits del rock latinoamericano. De un momento a otro el soundtrack rockero de un país empezaba a tomar forma.


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Para el pesar de sus seguidores y de la historia musical del Perú, Arena Hash se desintegró a mediados de los noventa. Sería el inicio también de un tercer Pedro Suárez-Vértiz: el solista.

Punto aparte. Cuenta el músico que a solo meses del fin de la banda nacía su primera hija: Mariajosé. Pedro se casaba también con Cynthia, el único amor de su vida, en una sencilla ceremonia civil que por lo sencillo y volátil siempre le recordó a la canción “The River” de Bruce Springsteen. Por otro lado, para costear el parto, PSV recuerda que tuvo que vender sus amplificadores e instrumentos en Paruro.


Arena Hash, un capítulo importante del rock nacional.
Arena Hash, un capítulo importante del rock nacional.

Es por ello que ser solista, más que una opción, fue una necesidad. Con una guitarra prestada por Patricio, Pedro comenzó a tocar por distintas ciudades del país. La idea era poder pagar los pañales y el alquiler del departamento, pero el público que ya coreaba su nombre empezó a pedir más. El cantante, entonces, vio cómo podía brillar con luz propia. Su primer álbum como solista, No existen técnicas para olvidar (1993), trajo hits como “Cuéntame” o “Me elevé”, mientras que Póntelo en la lengua (1996) hizo bailar al país con “Los globos del cielo”, acaso una descarada pero sincera declaración de amor. En las radios nacionales aún se siguen pidiendo aquellas canciones.

El hombre flaco que parecía dibujar las palabras al hablar empezó a ser un nombre propio. El sueño de hacer bailar a las masas era ya una realidad. No era para menos. La fórmula era tener letras desenfadadas sobre ritmos pegajosos. PSV, hijo de su tiempo, sabía cómo hacerlo. Es cierto que los difíciles noventa pedían canciones con sabor a demandas y reclamos, pero el músico por alguna razón decidió no ingresar dichos terrenos pantanosos. Lo suyo -quiso dejarlo en claro- era hacer bailar. Y lo hacía bastante bien.

El nuevo milenio llegó con la internacionalización y un sinfín de premios en el exterior, pero también con una canción que fue adoptada por los migrantes que salían por miles del Jorge Chávez debido a la crisis. “Cuando pienses en volver” se convirtió en las palabras de esperanza que todo aquel peruano afuera quería escuchar.

Cuando pienses en volver

Aquí están tus amigos, tu lugar y tu mujer

Y te abrazarán

Dirán que el tiempo no pasó

Y te amarán con todo el corazón


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¿Cuál puede ser el mayor castigo para un cantante que no poder cantar? En febrero de 2011 Pedro lo descubriría. Lo confirmaría, en realidad. Llegaría el fatídico diagnóstico de parálisis bulbar, un tipo de esclerosis que impide la comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo. En el caso de Pedro, esto comenzó con el habla. En los últimos años el mal se había asomado de a pocos, pero ya era visible. Tanto así que tuvo que soportar algunas pifias y comentarios injustos. El músico de la voz aletargada de pronto alargaba las notas más de lo acostumbrado. Cuando recibió la noticia, el neurólogo le dijo a PSV que la enfermedad ya llevaba varios años con él, pero que recién se hacía evidente. La conclusión, entonces, era definitiva: no cantar más. Pedro recibió el anuncio junto a su esposa. Ambos habían dejado la playa para asistir a la cita.


 Junto a sus tres hijos: Mariajosé, Salvador y Tomás.
Junto a sus tres hijos: Mariajosé, Salvador y Tomás.

“Llegamos a la clínica, y ese día de febrero cambió para todos los de mi mundo, nuestras vidas. La de mi esposa, mis hijos, mis amigos e incluso la de ustedes, porque tuvieron que adaptarse a este destino tan distinto a lo que todos imaginábamos”.

Pedro Suárez-Vértiz nunca volvió a cantar. Por lo menos no en público. ¿Cómo explicamos a estas generaciones que su música sigue sonando impetuosa, con la misma vitalidad de cuando agarraba su Gibson para tocar en la Feria del Hogar, el Campo de Marte, en la Feria Internacional del Cusco o el mismo Estadio Nacional? Ese pues es el camino que toman los íconos musicales. De haber alcanzado la capacidad de introducir canciones en nuestros recuerdos para tararearlas en los momentos más inesperados.

El músico adoptó las redes sociales como nuevo medio para compartir con su público. Visitar su Facebook es toparse con historias de sus tres hijos, su esposa, sus padres o amigos. Pero también hay mucho espacio para la frescura y la peculiaridad.  Odas a la sensualidad de su esposa, reclamos a Oblitas por no traer a Gareca o consejos a un engañado Cuto Guadalupe formaban parte de ese menú de relatos breves. A veces aplaudidos, a veces criticados.

Justamente en la madrugada de ayer compartió un video en que desea un feliz jueves para todos. Pero la muerte no le permitió ver el amanecer.


Cynthia, su vida.
Cynthia, su vida.


MÁVILA HUERTAS

“El talento de Pedro era incomparable. Escribía éxito tras éxito, algo que le brotaba de manera natural. Era tan grande ese talento que brilló y se pudo sobreponer a todo lo que ocurría en el país en ese momento (años ochenta y noventa). Pedro fue compañero mío en la universidad. Siempre pensaba que se creía mucho, pero no era así. Se guardaba mucho para sí, un mundo privado para sí”.


JEAN PIERRE MAGNET

“Estoy frente al mar mirando el cielo, donde debe de estar él. Él se lo merece, siempre fue muy valiente. Para mí, siempre fue una inspiración, un privilegiado. Pedro desde muy joven comenzó a componer canciones, era muy creativo. Durante casi tres años que tocaba con él conversábamos mucho. Nuestro tema principal eran las mujeres, la relación como pareja, razonando y conversando bien sobre el tema”.


EDWARD MÁLAGA

“Pedro supo afrontar su enfermedad con mucho estoicismo, valentía, con mucha paz y fe. Eso nos trasmitía paz para los que lo seguíamos viendo. Conversar con Pedro era un arte. Yo lo compararía con Gustavo Cerati en Argentina; es lo más grande que hemos tenido. Abrió el camino para muchos más. Su música perdura y está en todas partes”.


MIKI GONZÁLEZ

“Siempre la muerte es un poco irónica. La gente toma un poco la muerte como el punto de partida para una leyenda. Ya Pedro era una leyenda viva y ahora es una leyenda para siempre”.


PATRICIO SUÁREZ-VÉRTIZ

“Lo que Pedro siempre les quería decir a todos es que la vida es bella. Él decidió ser feliz”.



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