Señales antiinversión, la guerra y el deterioro de la gestión pública estuvieron entre los factores más nocivos para el país. Estos fueron los sucesos que más afectaron a los peruanos. (Foto: Andina)
Señales antiinversión, la guerra y el deterioro de la gestión pública estuvieron entre los factores más nocivos para el país. Estos fueron los sucesos que más afectaron a los peruanos. (Foto: Andina)

Fue un año de incertidumbre e . Así es como podría describirse de forma general el 2022, pues hubo factores internos, como la crisis política, y elementos externos, como la invasión de Rusia a Ucrania, que luego jugaron en contra de la . No obstante, también hubo una serie de sucesos que, vinculados o no a los hechos ya mencionados, también marcaron el año que se fue. ¿Cuáles fueron los eventos que afectaron la economía del país y los bolsillos de los peruanos?

No es novedad que 2022 se inició con un gobierno que para entonces ya había emitido claras señales contrarias a la inversión como las amenazas hechas en 2021 sobre nacionalizar el gas de Camisea y el anuncio de cierre de cuatro minas en Ayacucho (cuando al menos una había presentado una vía para ampliar sus actividades). Sin embargo, a la zozobra dejada por tales mensajes terminaría sumándose el efecto de la incertidumbre política.

La realidad peruana llevaría a que la incertidumbre recrudeciera nuevamente en enero con la renuncia, en pleno fin de mes, de la titular de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM), Mirtha Vásquez. El nuevo gabinete, liderado por Aníbal Torres, juró el 8 de febrero y dio lugar a la llegada del economista y exfuncionario del Banco Central de Reserva (BCR), Oscar Graham, al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF).

La noticia fue bien recibida por el mercado, pero se entremezcló con nombramientos de ministros poco idóneos para sus cargos, según los analistas. Algunos de los nuevos ministros que llegaron fueron Oscar Zea, para la cartera de Agricultura, o Betssy Chávez, para Trabajo y Promoción del Empleo, en donde solo se dedicó a promover decretos contra la empresa privada.

Y a todo ello, el 24 de febrero, se sumó un suceso geográficamente lejano del Perú, pero que todos los peruanos lo sentirían en sus bolsillos: el inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania.

Guerra y fertilizantes

El respaldo de EE.UU. y Europa, así como de la mayor parte de Occidente, a Ucrania implicó el corte del comercio con Rusia, lo que llevó a comprometer una significativa parte del abastecimiento de gas, petróleo y fertilizantes que muchos países, incluyendo el Perú, importaban desde la tierra que alguna vez albergó a los zares. En el caso del Perú, uno de los impactos más severos lo sufrió la agricultura, pues cerca del 80% de fertilizantes eran traídos desde Rusia, según el Instituto Peruano de Economía.

Y si ello ya parecía mucho, otro factor más comenzaría a jugar de forma progresiva en contra del bolsillo de los peruanos: ambos países en guerra producían en conjunto casi el 30% del trigo a nivel mundial, y solamente el petróleo ruso representaba cerca del 10% del total global. Tal coctel de sucesos terminó afectando a los mercados y encareciendo los costos de producción de diversas industrias.

Paralelamente, el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) reflejaba el nivel al que había llegado la administración pública, pues desde junio varios ministros buscaron dar calma a los agricultores, prometiendo importar la escasa y cara urea de los mercados internacionales para ofrecerla a precios más accesibles a los productores locales, pero la incapacidad llevó a que ninguna de las licitaciones tuviera éxito.

Minería y decretos

La incertidumbre tuvo distintos rostros dependiendo del sector, y uno es la conflictividad social.

Si bien un ejemplo es el turismo, que a finales de año fue uno de los más perjudicados por las manifestaciones violentas, a lo largo de 2022 la minería sufrió severamente. En el caso de esta, fue la conflictividad social y los ataques a instalaciones que incluso llevaron al aislamiento de trabajador. Tal como sucedió con la mina cuprífera Cuajone (Moquegua), de Southern Perú, donde y las operaciones se paralizaron por 54 días. Ello implicó más de 21 mil toneladas de cobre no producidas y pérdidas de S/8.5 millones por día.

Otro caso fue el de Las Bambas (Apurímac), donde las actividades se paralizaron 57 días desde el 14 de abril, y ocasionaron la pérdida de más de 3,000 puestos de trabajo y S/296 millones en recaudaciones de Impuesto a la Renta y regalías.

Las señales negativas tampoco estuvieron ausentes en el marco laboral, pues en agosto de 2022 comenzó a regir el , y que supuso un cambio inesperado para distintas empresas que, por los servicios que prestaban, vieron afectada su productividad y que, según la Asociación Pyme Perú, puso en riesgo, en su momento, los empleos de más de 100 mil trabajadores.

En las semanas siguientes, el Indecopi vio acumularse centenares de denuncias contra la norma como barrera burocrática y terminó suspendiendo su aplicación por considerarla como tal.

De esta forma, las señales que favorecieron la incertidumbre fueron muchas, pero, como bien dicen algunos analistas, la resiliencia de la economía peruana, y de los peruanos, pudo más.

Tenga en cuenta

-Las irregularidades en Petroperú, durante la gestión de Hugo Chávez, también generaron zozobra. Prueba de ello es que Fitch Ratings bajó la calificación de la estatal a bono basura.

-Fitch advirtió en diciembre que la crisis política podría llevar al país al populismo fiscal.

Hugo Perea: “Necesitamos recuperar la confianza”

El 2023 va a seguir siendo un escenario de aguas turbulentas. Por el lado externo, el consenso está anticipando recesiones moderadas de corta duración y de salida relativamente rápida en Estados Unidos y Europa, y desaceleración en China. Las subidas de tasas de interés y una inflación que ha erosionado la capacidad adquisitiva de los ciudadanos en los países de las economías más desarrolladas y en Perú también, desde luego van a implicar una desaceleración del crecimiento global en 2023.

Lo que sí destacaría es que hemos construido una economía bastante resiliente. Hay fortalezas, no tenemos desequilibrios macroeconómicos importantes como los que muestran otros países de la región. Las cuentas fiscales están bien, siguen sólidas.

Lo que sí se ve es que, para 2023, todo el consenso está esperando un estancamiento de la inversión o una ligera contracción del 2% por la menor inversión del sector privado, porque luego de Quellaveco ya no hay grandes obras de inversión extranjera directa más allá del puerto de Chancay, que ya está en el PIB desde hace buen tiempo.

Sería lamentable que no veamos un rebote de la inversión en minería dadas las buenas perspectivas que tenemos para el precio del cobre a partir de 2024. El precio del cobre va a ir para arriba de forma sostenida, no coyuntural, pero no hay nuevos proyectos de cobre grandes y la demanda para los siguientes años se ve muy fuerte.

El mismo ministro de Economía, Alex Contreras, es un magnífico técnico. Necesitamos recuperar la confianza empresarial. Y hay que ver coherencia entre lo que dice el ministro y lo que dice todo el gabinete, y ver que se recupera esa rectoría que tenía el Ministerio de Economía en muchos temas.

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