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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El rostro de Jorge Mario Bergoglio parece desencajado, su mirada analiza con suspicacia el regalo del presidente Evo Morales: una talla de Cristo crucificado sobre la hoz y el martillo. Este obsequio es una réplica de la obra del sacerdote Luis Espinal, asesinado por paramilitares en La Paz.

Como señala el artista Andrés Pereira Paz, el mismo Bergoglio –cuando era arzobispo de Buenos Aires– calificó como una blasfemia la escultura La civilización occidental y cristiana, del León Ferrari (1920-2013), cuando esta fue exhibida en el Centro Cultural Recoleta (exposición posteriormente clausurada). Las frases del entonces sacerdote son dignas del Índex: "una blasfemia que avergüenza a nuestra ciudad", "me apena que este evento sea realizado en un Centro Cultural que se sostiene con el dinero que personas de buena voluntad aportan con sus impuestos" (sic).

Independientemente de la defensa de la sociedad laica que profeso, tanto la escultura de Ferrari como la réplica de Espinal demuestran –nuevamente– el poder que puede tener lo simbólico.

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