Crédito: Valentín López López
Crédito: Valentín López López

Lisandro Aristimuño (1978) es uno de los músicos argentinos más leales a su credo: ser independiente a su antojo. Así, bajo su sello personal, Viento Azul, lleva editado ocho discos de estudio, cuatro en vivo y dos álbumes de proyectos alternativos como ‘Hermano Hormiga’ con Raly Barrionuevo y ‘=EP8′ con Fernando Kabusacky. Su fórmula musical también es leal a sus orígenes latinoamericanos y patagónicos: folclor con electrónica, rock con voces aborígenes. Luego de 20 años al servicio de la música, siente que todavía no ha terminado su incansable exploración. Afirma que su estudio es como un laboratorio, cubierto de máquinas de sonido, instrumentos y cables. Registra 90 canciones publicadas, de las cuales le cuesta trabajo hacer una selección para armar ‘SET1′, show en solitario que lo trae a Lima este 25 de mayo en el Centro de Convenciones del Teatro Leguía. Las entradas aún están disponibles en Joinnus.

En las fotografías promocionales te vemos con un joystick de palanca, simulando que estás jugando un clásico arcade. ¿Qué significa?

Que tengo el control total de mi sonido, de mi show, incluso de mi vida. ‘SET1′, la nueva propuesta en solitario que me está llevando por Latinoamérica, es acústica y folclórica, pero su base es la electrónica, sonidos de consola, samplers, etc. Entonces, nos pareció simpática la idea de hacerles un homenaje a los 80 o 90 con estas fotos, ya que es la época en donde no solo los videojuegos tuvieron un boom, sino también la música electrónica, a la cual le tengo mucho respeto y admiración.

Siempre resaltas que te gusta ser un músico libre e independiente…

Sí, desde que comencé mi carrera ya hace 20 años. Cuando publiqué mi primer disco (Azules Turquesas), salió bajo mi propio sello discográfico, Viento Azul. Y esa independencia se la debo a mis viejos. Mi papá es director de teatro y dramaturgo, y mi madre es actriz. Ellos adquirían lugares abandonados y les daban forma a teatros… siempre buscando la autogestión para hacer arte. Sin duda, esa filosofía me quedó marcada. Me parece digna y hermosa. Pensaba en ese camino en donde nadie me podía parametrar. Ponte, las multinacionales te limitan todo, desde el pelo, la producción, todo.

¿Y has tenido acercamientos con grandes disqueras?

¡Sí!, muchas veces, pero me he negado. Sucede que yo hago música por necesidad personal, no por ganar algo a cambio. Yo no tengo hits. A la hora de escribir canciones, no pienso en hacer éxitos. Pero, si la gente las hace propias, bienvenido. Si toca un corazón, genial… estoy contribuyendo con esa persona. Esa sensación orgánica nutre. Cada canción tiene su compromiso, pero el origen no es ser exitoso con eso. Lo que sí nunca imaginé es que la cadena se iba a prolongar tanto desde que comencé. De hecho, al inicio, como la gran mayoría, comencé a tocar en barcitos para 15 personas y hace poco llenamos dos Luna Park. Ha sido increíble, justamente, el poder tocar tantos oídos.

¿Qué opinión te da la composición de la música actual?

Si bien todo lo urbano está muy establecido, los músicos y la industria deben ser críticos y tener personalidad. Existen las modas, eso es indudable. A mucha gente, como yo, no le interesa cómo se mueve la aguja, porque preferimos ser aerodinámicos con nuestras propuestas. Igual, siempre estoy pendiente de todo lo que sucede. Lo poco que sé del sistema urbano es por mi hija Azul (11), quien sí está pendiente de todo y siempre me llama para que escuche alguna novedad.

Como autor, ¿entonces prefieres publicar discos antes que singles?

Sí, claro. Si no, no tendría sentido mostrar mi opinión en ese determinado momento. A veces me genera un caos terrible que la música se haya reducido tanto. Te lo digo porque yo soy coleccionista de discos y me gusta el formato de contar historias. En otras palabras, te presento una historia, no una fotografía al paso. Pero, bueno, es mi manera de pensar y sentir a la música.

Tu canción ‘El Búho’ fue elegida por Francis Ford Coppola para la banda sonora de su película ‘Tetro’. ¿Cómo llegó a sus oídos?

Fue producto netamente de la casualidad. Sucedió que Coppola estaba grabando esta película en Buenos Aires y un día estaba comiendo en un restaurante en Palermo y en la consola estaba sonando mi disco ‘39°'’. Dicen que se paró y fue a preguntar qué es lo que sonaba y el barman le dio mi nombre. Al tiempo me llegó una llamada de la producción y me dicen que querían incluir este tema en su soundtrack. Nos pusimos de acuerdo y quedó. Pura suerte, pero de hecho tengo que invitarle un asado al dueño de ese lugar por haber pasado mi música en ese instante… me ha dejado muy buenas regalías (risas). Nada, lo veo como un regalo que la música me dio.

Mencionas mucho la palabra azul. ¿Qué significado tiene este color en tu vida?

Mucho. Tenemos una conexión que me lleva a no sé dónde. Es un color que ha estado presente desde muy niño. Recuerdo que solo usaba ropa azul; si no, me rehusaba a salir a la calle. Es mi favorito, pero si me preguntas por qué, no tengo idea, solo sé que está presente y me hace bien sentir su presencia en mi vida. Incluso, de las 90 canciones que tengo publicadas, 20 de ellas deben tener esta palabra dentro de la letra. Simplemente, llega. A veces, se va.


AUTOFICHA

“Soy Lisandro Aristrimuño. Nací un 26 de octubre de 1978 en Viedma, la capital de Río Negro. Mi padre, aparte de ser dramaturgo, coleccionaba todo tipo de música, desde tango, folclor y electrónica. Tenía un mueble con todos su cassettes enumerados. Yo a veces se los ‘robaba’ y así comencé a apreciar el arte. Era divertido”.

“A los 16 años tuve un amigo con el que tocábamos covers en bares. Cogíamos la camioneta y nos íbamos con nuestros equipos. Durante el trayecto siempre ponía el disco Bocanada de Cerati. Era un vicio y lo aburrí. Pero con los años entendimos que era el trabajo más completo que habíamos escuchado”.

“Para mí, Chabuca Granda es como Björk, no por el sentido musical, sino por la emoción que me provoca. Tengo mucho interés en volver a Lima porque quiero reencontrarme con las raíces musicales peruanas, las cuales han sido fundamentales para el desarrollo de una identidad en Latinoamérica”.


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