Filomena Pinares, premiada como la Mejor Productora de Café del VRAEM en los premios Summum. (Perú21/ Renzo Salazar)
Filomena Pinares, premiada como la Mejor Productora de Café del VRAEM en los premios Summum. (Perú21/ Renzo Salazar)

Filomena Pinares pensó que siempre viviría en el olvido, que su tierra no llamaría la atención de nadie, que su no saldría de Echarate, uno de los 14 distritos de La Convención en Cusco. Echarate, o Echarati como lo llaman todos –hasta el alcalde–, es un lugar hermoso, donde el verde se confunde con los manantiales, y el atardecer irrumpe en cámara lenta, como cuando te tomas una taza de café despacito. Su pueblo es cálido, pero como ella dice: “Casi nadie llega”. Es una mujer fuerte, que no sabe rendirse.

En su voz hay confianza y, aunque sabe que el trabajo será arduo, ella tiene una sonrisa.

La Mejor Productora de Café del Vraem, galardón obtenido en los Premios Summum, llegó unos días a Lima junto a su esposo. Es una ciudad que la sorprende, curiosamente por el café. Se pregunta por qué en algunos lugares hay tan mal café cuando hay productores como ella que son capaces de entregarnos una taza deliciosa. “Creo que falta aprender mucho del café, yo misma estoy aprendiendo”, dice con humildad, mientras muestra su marca Tucán, nombre que le debe a su centro poblado, y a los tucanes que casi ya no aparecen por la zona.

¿Usted tiene un sueño?

Muchos sueños, pero el más grande es que mi café llegue a todas partes, que la gente lo pruebe y lo comente. Mi sueño es que el café peruano sea valorado. Sueño que vengan a mi tierra, y vean el esfuerzo, que se enamoren del lugar.

¿Cómo hace para estar siempre con tanta energía, para no rendirse?

La familia es un apoyo grande. ¿Cómo me voy a rendir si tengo tres hijos que necesitan de mi ejemplo? Y creo que el café me llena de energía, yo despierto siempre con alegría. Puede haber situaciones complejas, puede faltar dinero, pero cuando uno tiene familia, no es posible bajar la cabeza.

Mientras algunos agricultores optaron por el cultivo ilegal de hoja de coca, usted apostó por el café. ¿Por qué?

Porque uno debe ser ejemplo para los hijos. Además, yo soy heredera de una familia de caficultores.

Sus hijos y el café son su máximo orgullo, Filomena.

Los tres son buenos hijos. Rubén, Miriam y Natalia son un regalo del cielo. La menor hasta es catadora de café, se está formando en la municipalidad, en el laboratorio de cafés especiales.

Muchos agricultores comentan con pena que sus hijos prefieren la ciudad y abandonan sus tierras.

Para mis hijos, el campo es una oportunidad. Ellos entienden el amor a la tierra, lo tienen en la sangre, y aman el cafecito.

Su esposo está en la finca, su hija está catando, la otra hija administra, y usted estudia el café para lograr una mejor calidad. ¿Cómo aprendió?

Sembrando café, tomando café, asistiendo a capacitaciones y leyendo también. Yo no he estado en la universidad, pero he aprendido a investigar y cuidar mi café, que hoy tiene poco más de 86 puntos, y quiero que llegue a 90. Cultivo, a más de 1,600 m.s.n.m., las variedades caturra, bourbón, typica, pache y el famoso geisha. El café es sensible, y hay que cuidarlo mucho, por eso yo lo tengo todo clasificado para ir mejorando los procesos. Tenemos la oportunidad de llegar a más mercados, no solo en el Perú.

¿Prepara el café en una cafetera gota a gota, la que llaman de la abuela?

Es la que tengo. Y sale rico. ¿Le gustó?

Me gustó. Y a su hija la he visto usando una cafetera v60, y otros métodos de preparación que le proporcionan en la municipalidad.

Me dan curiosidad esas cafeteras y ya quisiera probarlas, hay que comprarlas, pues. Yo siempre estoy preguntando, probando… Seguro que pronto vamos a tener también esas cafeteras por aquí. Para tener una rica taza de café se necesita, además de buen café, mucha paciencia. Nada es instantáneo en el mundo del café.

¿Cómo describiría su café?

Es un café de cuerpo poderoso, de notas frutales y acidez media.

¿Qué palabra es la más adecuada para definir su trabajo?

Dedicación.

Pocos saben que una taza de café cuesta sudor y lágrimas.

El café es delicado y, además, nos ha golpeado la roya hace tiempo. Se pierde mucho. Se trabaja duro. La recompensa económica no es grande, aunque verla tomar un café y que me diga que le gustó y bastante es para mí algo hermoso. Eso, para una persona que lo cultiva, no tiene precio.

¿Cómo empieza su día?

De madrugada, cuando casi no hay luz. Uno se despierta a preparar el desayuno. Entonces tomamos nuestra primera taza de café.

¿Cuando está triste, le sale feo el café? Le pregunto porque me pasa, a veces.

Es que no podemos estar tristes. La vida es una.

¿Y la última taza de café a qué hora la toma?

Quizás al final del día.

Todavía el Perú no valora el excelente café nacional que tenemos. ¿Cómo afronta usted esta situación?

Da pena que no se valore nuestro café, que se prefiera productos extranjeros o instantáneos y no se abra las puertas a los caficultores. El Estado debería apoyarnos, otorgarnos un bono para poder mejorar todo el proceso. Por lo menos, a mi tierra casi no llega. La municipalidad sí está haciendo esfuerzos, hasta laboratorio para cafés especiales tiene. La prensa también debería promover el consumo. Yo pediría que no nos dejen solos, que visiten las zonas cafeteras, que vean el trabajo, que prueben.

Pero usted está contenta.

Porque este premio Summum y el reconocimiento de Transportadora de Gas del Perú (TGP) me hacen pensar que se vienen buenas cosas. Hemos dejado de ser invisibles, se ha mencionado a mi pueblo, han probado mi café en la ceremonia. Gracias al café hoy podemos ser mejores y tenemos más motivaciones. Ahora quiero que mi café se coloque en diversos mercados. Se puede, ¿verdad?

Sí.

AUTOFICHA:

- “Tengo tres hermanos, éramos cuatro al comienzo. Nací en Quillabamba, La Convención, Cusco. A los 14 años me fui a Echarate o Echarati, como le decimos, así que yo soy echaratina. A esa edad ya mis papás eran agricultores y trabajaban en el café. Yo los ayudaba y poco a poco decidí que eso quería hacer en la vida”.

- “Mi esposo, Julián Gonzales Tito, es mi gran soporte, mi gran apoyo, siempre está a mi lado. Tenemos tres hijos, un varón y dos mujeres. Todos trabajamos juntos por nuestro cafecito. Mi hija menor se está formando como catadora en la Municipalidad de Echarati”.

- “Tengo 48 años y debo tomar unas siete tazas de café al día, a veces más. No soy de las que despierta cansada, pesimista o aburrida. Soy pura energía, quizás por el café. Los hijos dan mucha fuerza. Y si bien hay necesidad, yo no soy de bajar la cabeza, no soy de hundirme. Siempre estoy arriba”.