Hay quienes sitúan al grabado entre las artes, injustamente, menos reconocidas. Tal vez porque se pueden producir varias copias con una matriz (o sello) o porque su acabado toma cierta distancia de la pintura o la escultura. Pero el grabado es rico en texturas y sombras, exhibe su belleza al plasmar, por ejemplo, las olas del mar o la perspectiva de una escena. Y cada copia realizada no es igual a la anterior.
Lamentablemente, esta expresión carece de espacios. Por eso el Icpna ha inaugurado, recientemente, el Museo de Grabado, un pequeño santuario donde lo mejor de este arte está bien resguardado y disponible para el público.
La primera parte del lugar narra en módulos la historia del grabado y cómo apareció en el Perú. Se cuenta que en 1548 llegó la primera imprenta a la capital del virreinato, siendo el italiano Antonio Ricardo quien la instalaría. Se explica que el grabado fue utilizado para crear estampas religiosas, mapas, revistas e, incluso, reproducir fotografías en libros o ilustrar manuales de anatomía. Además, explora la obra de José Sabogal, uno de los representantes más importantes de la xilografía (tallado en base de madera).
TALLER E INVESTIGACIÓN
El museo también tiene un taller donde diversos artistas podrán trabajar y los visitantes entender el arte y conversar con sus creadores. Otro espacio es el de investigación, donde académicos podrán acceder a colecciones y libros
Cuando nos paramos frente a un grabado no solo estamos ante la posibilidad del goce estético, sino también del conocimiento.