Con diversos galardones entre los que se encuentra el premio Princesa de Asturias por su obra literaria, Padura es uno de los escritores cubanos más reconocidos internacionalmente. (Foto: Mauricio Chereque / GEC)
Con diversos galardones entre los que se encuentra el premio Princesa de Asturias por su obra literaria, Padura es uno de los escritores cubanos más reconocidos internacionalmente. (Foto: Mauricio Chereque / GEC)

El escritor cubano Leonardo Padura estuvo en Lima para participar de diversas actividades los últimos días de la Feria Internacional de Libro de Lima.

Con una prolongada trayectoria y diversos galardones entre los que se encuentra el premio Princesa de Asturias por su obra literaria, el narrador se siente cómodo hablando de literatura, de La Habana y de su motivación para seguir retratando a la sociedad cubana.

Usted es uno de los pocos escritores de alcance internacional que actualmente vive en Cuba, ¿qué tanto considera que ayuda a su escritura vivir en su país? Yo podría vivir en cualquier otra parte del mundo, incluso puedo vivir en España sin ningún problema, tengo un pasaporte español, una doble ciudadanía que me concedieron de forma honorífica, pero eso es una enorme facilidad práctica. Me gusta y necesito escribir sobre la realidad cubana y, para hacerlo, necesito esa cercanía con respecto a mi contexto. Me di cuenta, también, que si vivía fuera de Cuba no iba a poder dedicarme a escribir y vivir de eso, en Cuba sí puedo. Yo sigo conectándome a internet con un módem conectado al teléfono. Son peripecias a las que estamos acostumbrados. Es parte del precio que se paga para estar en la cercanía de mi contexto, el contexto cubano.

¿Ha tenido algún problema con la censura en alguna publicación suya en Cuba? No, no me preocupo por eso. Yo escribo con absoluta libertad y después si el libro circula más o menos, eso es un problema de otra gente, no es un problema mío. El problema mío es escribir lo que yo necesito escribir de la mejor manera que soy capaz de escribirlo. Ha habido algún libro mío que ha circulado poco y mal en Cuba. El acto creativo hay que separarlo del acto que viene después que es la difusión de esa obra. Si se difunde o no, bueno, eso no está en mis manos y además, los mecanismos de censura y de permisibilidad a veces son muy elásticos, de pronto ves que circula algo y dices 'qué raro que hayan dejado circular esto' y ves que otras cosas que son mucho más elementales no las dejan circular, y el problema es que la censura es un recurso universal, siempre hay alguien dispuesto a prohibir, es una constante humana de las más lamentables, porque todo el mundo quiere que todo el mundo piense como uno.

¿Hay de su parte una autocensura en temas que sabe que no puede tocar en su país? Puede haber momentos en los que uno piense un contenido y decida matizarlo de una forma, buscar alguna alternativa, pero eso tiene que ver con muchas cosas, no solo censuras de razones políticas. Hoy en día, por ejemplo, el tema de la sexualidad o del género, son temas que se han convertido, posiblemente, más espinosos que las valoraciones políticas. Hoy en día, prácticamente, puedes decir cualquier cosa sobre la política y, sin embargo, sobre determinadas maneras de pensar sobre otros fenómenos tienes que ser muy cauteloso. No solo como novelista, sino como ciudadano. Esa es la otra parte, estamos viviendo en un mundo donde todo lo que dices puede ser utilizado en tu contra. Las redes sociales han hecho que el espacio privado se reduzca y es muy curioso porque una de las grandes luchas del hombre moderno fue por preservar la individualidad y con ello la privacidad.

¿Cuánto cree, en sí, que cambia Cuba ahora que ya no hay un Castro al mando del Estado? Sin duda significa un cambio en cuanto a la percepción política del país. De todas maneras, Raúl sigue siendo el máximo dirigente del país porque es el secretario general del Partido y el Partido es el que dirige el Estado y el Gobierno, es la máxima instancia de decisión en el país. Sin embargo, a nivel de imagen ha habido un cambio y siento que hay una intención de encontrar soluciones nuevas para situaciones nuevas. No puede pasar de otra forma, porque si tratamos de entender a la Cuba del 2019, como la Cuba de los años 1960 sería un disparate absoluto. Creo que el Gobierno cubano está tratando de adaptarse a ese nuevo panorama ya sin las figuras de Fidel y de Raúl en la primera plana de los niveles de visibilidad y de decisiones, porque, sin duda, una figura como la de Fidel llena un espacio histórico muy tratado y muy visible en todo Latinoamérica, especialmente en Cuba, durante un periodo muy prolongado.

¿En algún momento, a sus inicios, usted proyectó el éxito que ha tenido a nivel internacional? No. Todo esto es un regalo de Dios, un regalo que Dios me hizo porque yo trabajé mucho y bueno, empezaron a pasarme cosas que no me imaginé que me fueran a suceder con mi trabajo, con la proyección de mi trabajo, con el reconocimiento de mi trabajo y creo que todo se lo debo, justamente a eso, a mi disciplina y a mi persistencia y me siento pues muy contento de poder haber conseguido algo que ni soñarlo en el más enloquecido de mis sueños que me fuera a ocurrir lo que me ha ocurrido.

En su novela "El hombre que amaba a los perros" tiene una gran rigurosidad frente a la figura de Trotsky y de Ramón Mercader, ¿Realizó una investigación exhaustiva de su vida en México antes de escribir o ficcionalizó a partir de datos conocidos y fue investigando mientras escribía? Ahí, por supuesto, hay un proceso de investigación, Esa novela me demoró cinco años escribirla. Los dos primeros fueron años de pura investigación, los tres años de escritura también significaron un tiempo de investigación hasta que me di cuenta de que tenía las claves necesarias para entender a este personaje. Lo que necesito tener es un retrato que me permita poner a moverse a ese personaje, porque yo creo que la esencia de las novelas en las que te mueves con personajes reales o con historias que están en el pasado, es no traicionar el espíritu del personaje o de la historia y tener el suficiente conocimiento para poder crear una ficción en un contexto histórico que sea verosímil, y en el cual no traicione, no desvirtúe la realidad de los procesos históricos.

¿Cómo es su proceso para innovar en el género policíaco? La trama de mis novelas en lo policial es muy sencilla y lo que existe es una mirada a un contexto social en el cual se mueven esos personajes. Por lo tanto, creo que eso ha sido asumido por la prensa, por la academia, por los especialistas de la manera en que yo me lo he planteado porque la mayoría de los premios que yo he ganado, los reconocimientos que tengo y las publicaciones que tengo no son las habituales en un escritor de novelas policiacas, sino en un escritor, entonces han sido leídas más como novelas que como novelas policíacas.

¿Cuál considera que ha sido la clave para no encasillarse en este género? La clave de todo ha sido intentar hacer una literatura policíaca distinta en la que lo policíaco sea muy utilitario, me sirva, tal vez, para organizar los datos, para entrar en un lado oscuro de la realidad y para crear un cierto movimiento en el tiempo de las novelas y eso se haga atractivo para los lectores. Yo escribí una serie de cuatro novelas en un primer momento que se llama “Las cuatro estaciones” y son novelas que tienen una estructura y una estrategia narrativa muy similar. Después que terminé la cuarta novela, me di cuenta de que estaba ya en un territorio que conocía demasiado, podía seguir escribiendo ese tipo de novelas, pero decidí romper ese esquema y en mis novelas policíacas siguientes, cada una tiene una estructura diferente. Entonces, lo que sucede es que utilizo la novela policiaca con fines muy diversos, por lo tanto, es más una forma novelesca que un concepto novelesco el que yo hago con respecto a la novela policíaca.

¿Cuánto considera usted que influye el ambiente latinoamericano en los insumos para un novelista? Si la realidad es completamente apacible y todo funciona bien y todo el mundo está feliz y contento, ¿de qué vas a escribir? La realidad tiene que ser convulsa para que genere estos conflictos porque la literatura se nutre, precisamente, de conflictos. Creo que América Latina siempre está provocando conflictos de distinto tipo que a veces son de carácter económico, a veces de carácter político, a veces de carácter social y humano, en fin, siempre hay un movimiento y gracias a eso es que existe la literatura latinoamericana que sigue siendo de las más potentes del mundo. Ya no tenemos la visibilidad que tuvo la literatura latinoamericana en los años 60, 70, pero yo creo que se está haciendo una excelente literatura con escritores colombianos, nicaragüenses, peruanos, chilenos, argentinos a partir de sus conflictos internos.

En su más reciente publicación, “Agua por todas partes”, usted reflexiona en torno a la escritura y elabora a partir de eso. ¿Para usted es importante que un escritor reflexione sobre el oficio de esa manera? Este libro “Agua por todas partes” es, de alguna forma, un complemento a lo que he escrito en el terreno de la novela, porque tiene toda una serie de elementos de carácter histórico, conceptual, técnico, del contexto en el que escribí mis novelas que es muy importante. Pienso que el escritor contemporáneo tiene que tener consciencia de su profesión, ya el escritor espontáneo, prácticamente, no existe y eso implica esas lecturas que un momento te revelan una posibilidad de encontrar un camino literario, hasta el conocimiento de determinadas técnicas de creación. Eso sí, hay escritores que lo expresan como Mario Vargas Llosa y hay otros como Gabriel García Márquez que no sienten la necesidad de expresarlo, pero eso ya es producto de sus decisiones individuales, pero es importante poseerlo.