Jaime Vadell como Augusto Pinochet en la película "El Conde" (Foto: Netflix)
Jaime Vadell como Augusto Pinochet en la película "El Conde" (Foto: Netflix)

Hace poco se estrenó una cinta peculiar para la plataforma de , El conde; una sátira que observaría desde un punto de mira fantástico toda la crueldad que ha traído consigo la dictadura de en la historia de Chile. El director, Pablo Larraín, conocido por anteriormente hacer cintas de figuras importantes en la historia contemporánea, ha decidido recurrir a la sátira para intentar analizar una etapa tan dolorosa en la historia de su país natal.

En El conde vemos una versión alternativa de la historia, en donde a la figura de Augusto Pinochet (Jaime Vadell) se le ha retratado como un vampiro decrépito. Habiendo existido desde los tiempos de la Revolución francesa, ha viajado por todo el mundo, espantado por las imágenes de las que fue testigo en la revolución. Tras fingir su muerte, ahora vive apartado del mundo, en una pequeña cabaña, junto a su mujer, Lucía (Gloria Münchmeyer), su leal mayordomo Forydor (Alfredo Castro) y sus hijos, quienes esperan que fallezca para obtener sus millones. Pinochet está cansado y desea acabar con su vida. Lo que no contaría es que Carmen (Paula Luchsinger), una monja exorcista disfrazada como contadora, ha entrado en su casa para intentar deshacerse de él.

“El Conde” es una película de Pablo Larraín (Foto: Netflix)
“El Conde” es una película de Pablo Larraín (Foto: Netflix)

Intentar razonar la historia de tu país mediante una obra artística siempre requiere de una visión expansiva, poder observar y analizar los eventos de manera tanto objetiva como subjetiva, para razonar los eventos que formaron tu nación y tener la idea de hacer la obra comprensible para una audiencia extranjera. Larraín se ha sentido abrumado por la figura de Pinochet. Interpretándolo como un literal monstruo, ayudaría para comprender más a fondo su persona.

La cinta toma referencias de otros filmes clásicos de vampiros, como Nosferatu o Drácula de Francis Ford Coppola. Varios de los planos con Pinochet sobrevolando las calles de Santiago llegan a infundir un ambiente onírico a la trama.

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El conde carga consigo un interesante concepto, pero la ejecución a veces tarda en llegar a satisfacer. A la mitad de la trama la película se toma unas pausas desmedidas, que llevan a que el final sea más apresurado, queriendo concluir todos los subtramas; no importa si algunos no llegan a tener mucho sentido. También a veces el humor desaparece en ciertos fragmentos de la historia, lo que hace que como comedia el filme pueda no cumplir las expectativas iniciales.

La película llega a parecer entretenida a primera vista, pero la cinta no avanza más allá del concepto inicial.

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