(GEC)
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En los últimos días las pistas del país se han teñido de sangre, nuevamente. Solo en la Panamericana Sur, hubo cinco muertos en dos días, entre ellos dos ciclistas que viajaban incluso con un vehículo de escolta. Y el auto que los impactó iba muy por encima del límite de velocidad.

Luego, en el Cusco, un terrible choque entre dos buses interprovinciales dejó cuatro muertos –entre ellos los dos choferes– y casi un centenar de heridos. Un choque frontal en plena carretera.

¿Qué está pasando? El problema y las causas radican en la informalidad y en la pésima regulación y supervisión de las autoridades competentes, léase Sutran, MTC, ATU, entre otras. Eso, además de que, como es sabido, las empresas informales de transporte, así como algunas que pese a ser formales ofrecen un pésimo servicio y operan sin cumplir condiciones mínimas de seguridad, tienen representantes en el Congreso que defienden sus intereses.

Y no podemos olvidar que durante el régimen de Pedro Castillo se le entregó el ministerio de Transportes a los empresarios informales del rubro. Así, entre los lobbies del Parlamento y las autoridades de ese Gobierno terminaron de empeorar las cosas con disposiciones y proyectos de ley –anulación masiva de papeletas, indultos a malos transportistas y una serie de beneficios para la informalidad– que protegían un infame negocio sobre ruedas que no hay un día que no ponga en riesgo la vida de los ciudadanos.

La lista de accidentes viales, choque, atropellos, volcaduras en pistas suburbanas y carreteras interprovinciales es tan interminable como cotidiana. Y los causantes, choferes ebrios, sin brevete o con el documento suspendido, conductores con decenas de papeletas impagas, se repiten una y otra vez en los roles protagónicos. Y las víctimas, peatones o pasajeros que muchas veces se ven obligados a abordar transportes informales por necesidad.

El caos en las pistas peruanas es un tema que incluso trasciende fronteras. No hace mucho un periodista de la BBC de Londres realizó un reportaje sobre su experiencia manejando un automóvil en Lima. Su conclusión, que la capital peruana tenía los peores conductores de América Latina.

Pero se debe a la incompetencia y desidia de las autoridades, como decimos, que no atinan a planificar una salida para un viejo problema que no deja de cobrar vidas de peruanos inocentes cada día que pasa.

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