Una reedición de Los ríos profundos prologada por el Nobel revive un viejo debate sobre tradiciones literarias y teorías políticas sobre el Perú. Una discusión que tiene más de ficción que de realidad.


El último debate cultural en las redes sociales tiene poco que ver con Arguedas, aunque se le use de excusa. Empezó cuando algunas voces criticaron la última reedición de Los ríos profundos, en edición canónica de la Real Academia Española. Un volumen en homenaje al autor que empieza con un comentario crítico de Mario Vargas Llosa, lo que para ellos equivalía a homenajear al novelista con un escupitajo. Este es un nuevo debate sin discusión real, como suelen ser las polémicas en las redes sociales. Pero también podría interpretarse como un nuevo capítulo en esa vieja discusión paraliteraria llamada ‘andinos vs. criollos’. No es casual que en medio del mar discursivo se haya comentado el último libro de Abelardo Sánchez León: Torrentes en pugna, forzando un paralelo entre el arequipeño Mario Vargas Llosa y el notable novelista piurano Miguel Gutiérrez. Y, como Gutiérrez empezó aquel debate de ‘andinos vs. criollos’ en las páginas de Perú21, allá por el 2005, vale la pena reseñar este nuevo episodio ya en pleno 2023.

Pocos lectores más conocedores de José María Arguedas que Mario Vargas Llosa. El novelista arequipeño tiene un libro completo dedicado a analizar la obra del autor andahuaylino: La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo (México: Fondo de Cultura Económica, 1996). Un libro complejo, amado y odiado. Pero un libro contundente, al fin y al cabo. Y acaso el acercamiento más ambicioso al indigenismo de José María Arguedas y a la propia vida del atormentado autor, uno de los favoritos del Nobel y con quien tuvo “una relación entrañable”, como cuenta en la desmitificadora introducción.

Arguedas, como ya se sabe, vivía en un conflicto de dos mundos. No era un aculturado, ya lo dijo, pero tampoco otro indigenista más. Era el “demonio feliz” que hablaba “en cristiano y en indio, en español y en quechua”. Era íntimo amigo, por ejemplo, de Emilio Adolfo Westphalen, el poeta surrealista de ascendencia alemana, nada más lejano del cliché telúrico en que quieren convertirlo hoy sus puristas defensores. A Westphalen le dedicó su novela inconclusa El zorro de arriba y el zorro de abajo. Westphalen, a su vez, le dedicó el poemario El niño y el río.

Como se ve, ambos autores, Vargas Llosa y Arguedas, estuvieron más cerca de lo que se cree.

Pero ya sabemos que todo esto importa poco. Si la realidad no coincide con los argumentos de la izquierda, peor para la realidad. Sucede simplemente que cierta izquierda no le perdona a MVLL ser de derecha y analizar a un autor de izquierda. Y, sin embargo, ahí estaba el talentoso socialista Ricardo Piglia, interpretando como pocos al genial Jorge Luis Borges, normal nomás.

Como reza la dialéctica marxista, en toda discusión de socialistas de Facebook hay que aplicar la ley de unidad y lucha de contrarios. Y, por ello, hay que forzar una oposición entre Vargas Llosa y Arguedas (con opción a enfrentarlo también a Miguel Gutiérrez u Oswaldo Reynoso). Esta falsa disyuntiva se materializó hace poco en la última encuesta de novela que hizo El Dominical. Encuestaron a 70 escritores para encontrar a las mejores 70 novelas. Y los resultados fueron más que predecibles, pues ganó precisamente José María Arguedas con Los ríos profundos. Como era impensable darle a MVLL el primer lugar, le dieron los puestos 2 (Conversación en La Catedral), 6 (La guerra del fin del mundo) y 7 (La ciudad y los perros). La tácita ley de cuotas hizo el resto, colocando en ubicaciones insospechadas a autores afroperuanos (Lucía Charún-Illescas), a mujeres poco conocidas y a firmas de provincia que no merecían tanta luz. Un periodista que contó los votos confesó que incluso hubo votación militante de género, con casos de escritoras que votaron por puras plumas femeninas. Eso explica que La fiesta del Chivo haya terminado en el puesto 48. Nada sorprendente en tiempos políticamente correctos.

Irónicamente, el propio Arguedas tiene poco que ver con esta mirada subalterna de cuotas. Y menos aún con el rollo posmarxista y poscolonial tan de moda entre sus defensores más académicos. Los lectores posmodernos de Arguedas que ahora critican el prólogo de MVLL a Los ríos profundos parecen más cercanos a la postura de Aníbal Quijano (el creador del concepto de ‘colonialidad del poder’), Jorge Bravo Bresani o Henri Favre, intelectuales que criticaron duramente a Arguedas en la infame mesa del IEP porque el novelista osaba ver indígenas donde ellos veían campesinos.

Como todo debate en redes, la discusión fue creciendo hasta derivar en la política, acaso la razón que subyace a este falso dilema literario. No faltó el comentarista de Facebook que afirmó que Arguedas representaba el voto por Castillo y Vargas Llosa la traición de Dina Boluarte. Mientras tanto, el hombre del sombrero que tiene la biblioteca en su nariz, ni enterado.

Pero algo hay de cierto en el trasfondo político del debate. Frente al embate de las protestas ilegales, el respaldo que en marzo Mario Vargas Llosa le dio a la presidenta Dina Boluarte —una apurimense que, según un testigo de la cumbre, aprovechó en citar a su paisano Arguedas frente al Nobel— tiene varias lecturas posibles.

Primero la obvia: la ideológica. El espaldarazo del Nobel es el del derechista a la conversa en tiempo récord, quien resiste como puede frente al desborde socialista que ya ha arrasado con América Latina. El Perú de Vargas Llosa y Boluarte sería el último bastión que se mantiene en pie en medio del aluvión rojo, donde AMLO, Petro, Boric, Evo y una larga lista de poderes fácticos meten la mano para pescar a huaico revuelto.

Una mirada sociológica, en cambio, ve cómo el Perú formal recibe el embate de las mafias y de las economías ilegales. Lo que queda del imperio de Occidente tambalea frente al Puno feudal y las invasiones bárbaras que tocan las puertas de la ciudad letrada, Arguedas y Varguitas incluido.

Antropológicamente hablando, en cambio, asistimos al enfrentamiento entre liberales y feudales. En el primer grupo está la primera presidenta del Perú y el heraldo de la democracia liberal. Al frente, esa parodia de Estado islámico que es Puno, Mirko Lauer dixit. Suena exagerado, pero no lo es tanto al ver cómo el fundamentalismo etnocacerista de Antauro Humala protagoniza algunas encuestas. El machismo andino —nada más ajeno al desexualizado Arguedas— es histórico e innegable. Y quizá sea la explicación de fondo de la esquiva popularidad presidencial de Keiko, Verónika, Meche, Dina y cualquier otra mujer.

Literariamente hablando, el encuentro de Vargas Llosa con la organizadora de coloquios sobre Arguedas en el Club Apurímac es una forma sutil de validar la tesis de la utopía arcaizante y la crítica al idílico indigenismo. Viniendo de una (ex)izquierdista como Boluarte que otrora idealizaba al buen salvaje (Castillo), esta simbólica reconciliación entre vargasllosianos y arguedianos no es moco de pavo. Casi provoca preguntarse en qué momento se jodió Puno, tierra de intelectuales modernos y vanguardistas como José Antonio Encinas, Gamaliel Churata, Oquendo de Amat y Federico More.

La lectura histórica, finalmente, provoca una reedición del caso Uchuraccay, donde “el otro” está ya no en Ayacucho sino en Puno. El choque de dos mundos sería un eterno malentendido que se repite en el tiempo, siempre como tragedia. Primero como la masacre de ocho periodistas en Uchuraccay, y luego como la muerte de seis jóvenes militares en el río Ilave. Seis “perros”, como dijo una periodista que leyó mal a Vargas Llosa. La fatalidad como trágica confusión provocada por una turba premoderna. Una muchedumbre irresponsable que tuvo patente de corso para matar, gracias al discurso paternalista que la izquierda ha logrado instaurar desde los tiempos de Mayta y Lituma. La narrativa utópica dirá que los seis soldados se ahogaron solos en Ilave, así como sigue insistiendo en la conspiración de marinos detrás de los ocho periodistas asesinados en Uchuraccay. Ellos no han vivido en vano, parafraseando a Arguedas.