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Redacción PERÚ21

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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com

Fernando Lugo subrayó una verdad evidente sobre la nación que gobernaba: "Los que genuinamente quieren cambiar el país son los que no tienen cuentas bancarias, los que no salen cada día en las páginas sociales de la prensa… Los que quieren seguir mirando el pasado en sus privilegios en defensa de sus cajas de ahorros en bancos internacionales, ellos no quieren cambiar". Comprensible hasta desde la óptica de las tendencias más evidentes de la naturaleza humana. En suma, ninguna novedad, solo la repetición de lo sabido. Bien pues, ese discurso, de inofensiva apariencia, produjo reacciones desmedidas que, de no tratarse de política, podríamos ubicar en el terreno de las muchas neurosis que gobiernan nuestras vidas. Un ex candidato presidencial tildó de "criminal" el contenido del mensaje debido a su carácter "confrontacional", que "daña el alma y el espíritu". "Curiosa", dice un colega, la capacidad de indignación del "espíritu" de una élite que convivió sin la menor indignación con las peores desigualdades del continente. El analista Carlos Redil comentó: "Lugo hizo un discurso incendiario, incentivando la lucha de clases, y la oposición no podía quedarse callada". Fernando Lugo sólo diagnosticó una situación que convalidaría cualquier analista social que no estuviese comprometido con los intereses mafiosos que suelen envolver al poder.