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Redacción PERÚ21

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Santiago Pedraglio,Opina.21spedraglio@peru21.com

Pero con esta cobertura instaló un "nuevo orden", que es el reino de las grandes inversiones –ni siquiera del mercado– como eje organizador de la vida social, política y hasta cultural del país.

El esquema tuvo un éxito relativo con la "estabilización" de la economía en los primeros años y con el crecimiento vertiginoso de la última década, que incluye a ciudades grandes y medianas.

Sin embargo, en este "nuevo orden", los consumidores son seres inexistentes o con muy escasos derechos. Basta ver cómo se administra el mercado vinculado a la telefonía o el de la jubilación privada: las empresas reinan sobre los consumidores o "beneficiarios".

Pero no solo la sufren los consumidores; los pequeños empresarios formales tienen que pelear con uñas y dientes para sobrevivir.

La reciente venta de los lotes de Olmos es un ejemplo flagrante: el Estado subsidia el proyecto de irrigación con sumas millonarias y una sola gran empresa compra casi todo, sin que los medianos y pequeños tengan siquiera la posibilidad de participar. Es un mercado profundamente abusivo.

¿Qué han dejado estos veinte años de fidelidad al modelito del autogolpe? Crecimiento, sí, pero la economía informal e ilegal se desboca en las calles de las ciudades, en el narcotráfico, el contrabando y la minería ilegal, que pueden engullirse al Estado.

Todos se han tomado en serio la idea de que se puede (y se debe) hacer dinero como sea, y el 'gana-gana' incluye la constante recaptura del Estado por los grandes beneficiarios del "nuevo orden" instalado.

Su fuerza es tal que bloquean no solo las grandes transformaciones sino también las hojas de ruta.