notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Guido Lombardi,Opina.21glombardi@peru21.com

No necesariamente comparto las opiniones de Iván Thays. He disfrutado alguna de sus novelas y trataré de invitarlo, cuando pase por Lima, a algunos de los memorables huariques que conozco con la esperanza de que matice su parecer. Pero es inaceptable la andanada de insultos que ha recibido por sus expresiones.

A pesar de una sensación generalizada de avanzar hacia formas de convivencia más civilizadas, de vez en cuando fuerzas atávicas se apoderan de nuestro ser social y mostramos aquello que creíamos haber superado: la intolerancia. He llegado a la convicción de que para combatirla es necesario un esfuerzo constante. Es más, creo que estas son precisamente las oportunidades en que podemos poner a prueba cuánto hemos avanzado. Hay que demostrar tolerancia ante opiniones que no compartimos. Es más –prueba mayor– también hay que demostrarla frente a los intolerantes. Las opiniones se contrastan con opiniones.

Nuestra historia está marcada por capítulos en que los dolorosos resultados se pudieron evitar si tuviéramos interiorizado el respeto por las opiniones ajenas, por erradas que estas nos parezcan. En la década del 80 –muchos lo han olvidado– se señaló la intolerancia senderista como una de sus características más perversas. Así de cerca está la intolerancia del fanatismo y, ambos, de la violencia.

La comida peruana se defiende sola. Cualquiera que tenga un poco de esquina lo sabe. Y terminará imponiéndose. La tolerancia, mientras tanto, requerirá que la cultivemos con la misma paciencia y cariño con que Gastón ha difundido las virtudes de nuestra gastronomía, convencidos de que será uno de los más sólidos pilares de la sociedad democrática en la que queremos vivir.