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Redacción PERÚ21

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Carlos Basombrío,Opina.21cbasombrio@peru21.com

En realidad, todos los actores políticos las analizan porque la fortaleza o debilidad en ellas va a influir en el margen de acción de gobernantes y opositores.

Hay, por lo menos, dos tipos básicos de relación entre ciudadanos y sus gobernantes. Una es la del teflón, es decir que no importan los errores que se cometan, la aprobación es por un tiempo prolongado consistente y mayoritaria. Lo fue Fujimori por varios años luego de la captura de Abimael. También el 'mediocrón' alcalde Castañeda, que logró una empatía a prueba de balas con los limeños. Teflón fue también Andrade, este sí por mejores razones. En cambio, Villarán es sismógrafo (se le mide al día), y las debilidades de su gestión, en el primer año, las pagó caro. Ahora la gente le reconoce mayores esfuerzos y empieza a subir.

Hay la variante antiteflón, aquellos a los que la gente mayoritariamente rechaza hagan lo que hagan. Ejemplos, Toledo y García que, incluso con la economía en boom, nunca lograron que la mayoría los aprobara. (Ser antiteflón no impide volver a gobernar, como García mostró y pudo haberlo hecho Toledo si no cometía todos los errores de manual).

Ollanta Humala es sismógrafo. La gente lo mide cada mes. Tuvo una bajada espectacular cuando su hermano Alexis se fue a Rusia y él cayó en un silencio que parecía cómplice. Mejoró en sus primeros meses, cuando se vio que no era un irresponsable en economía. Volvió a caer cuando se produjo el desorden generalizado en su gabinete. Se recuperó en el verano con un gobierno más ordenado, y llegó a su pico con la captura del cabecilla terrorista 'Artemio'. Malgastó su popularidad con las gollerías para Antauro, y ya bajó 6%. Caerá más si los errores se reiteran.

Después de todo, no es malo ser sismógrafo; basta gobernar razonablemente bien y la gente responde.