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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La propuesta del Poder Ejecutivo para reformar el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) encarna un grave peligro para la independencia de la administración de justicia; y, en particular, del Poder Judicial y el Ministerio Público.

El asunto es sencillo: la propuesta –presentada, según parece, como producto de un acuerdo entre el presidente de la República y la líder de Fuerza Popular– plantea que el CNM esté conformado por cinco miembros: uno nombrado por el Ejecutivo, uno por el Congreso, uno por el Poder Judicial y uno por el Ministerio Público, y que entre los cuatro nombren al quinto.

El solo hecho de que los designados por el Ejecutivo y el Congreso conformen la mitad –y muy probablemente el 60%, si se suma al quinto miembro– del organismo encargado de nombrar y ratificar a los jueces y fiscales es un serio riesgo de injerencia en el sistema judicial. Si a esto se suma que el Ejecutivo formula y el Legislativo aprueba los presupuestos del Poder Judicial y del Ministerio Público, el riesgo de injerencia queda aún más claro.

El ámbito judicial es cada vez más importante, y por eso urge consolidar su independencia. No es una novedad –ni un asunto solo peruano– que la vida social, económica y política se ha judicializado a niveles inusitados. Hoy pasan por el sistema judicial, y de manera creciente, disputas vinculadas a derechos personales, a la economía –multas y deudas de privados con el Estado, fusiones, regulaciones…– y a la política –denuncias por corrupción y otras contra autoridades locales, regionales y nacionales–.

Sin duda, hay un amplio consenso sobre la necesidad de reformar el CNM, pero no hace falta una reforma que se dirija a recortar la independencia –como la anunciada–, sino que corrija las modalidades y los requisitos de la elección de los representantes de la sociedad civil (caso de profesionales y universidades) y afiance su autonomía.