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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Fritz Du Bois, La opinión del directorComo si se tratara del capitán que llevó a las rocas al crucero italiano que luego abandonó encallado, saltando del barco y dejando a tripulantes y pasajeros desamparados, Chehade decidió salvarse como sea actuando de un modo desesperado.

Así tenemos que se ha desprendido de la posición por la cual más escoltas se le habían asignado –lo cual para él es algo sumamente apreciado– a fin de mantener el chaleco salvavidas que le da la inmunidad de ser congresista. Por lo que renunció al prestigioso cargo de segundo vicepresidente –que no le otorgaba ninguna protección legal– esperando lograr, con ese gesto, el par de votos adicionales que requería para no ser desaforado.

En realidad, parece que la estrategia le dio resultados. La Comisión Permanente, por el ínfimo margen de un voto, decidió no acusarlo, por lo que es probable que logre permanecer como parlamentario durante todo su mandato.

Sin embargo, al final lo que ha quedado es un congresista sin credibilidad y sin capacidad de legislar. Es difícil que logre apoyo para aprobar algún proyecto. En la práctica, Chehade se ha convertido en un paria, condenado a cuatro años deambulando por el Parlamento y arrastrando la pesada carga del escándalo.

Por otro lado, este nuevo incidente involucrando a un vicepresidente renunciando nos lleva a preguntarnos si el tener dos de ellos es necesario. Parece un exceso de precaución mantener una reserva tan amplia en la banca para la eventualidad de que tanto el mandatario como su primer reemplazo sean vacados.

Más bien, los gobiernos acaban con un alto dignatario cuyo extenso título puede impresionar a cualquiera, pero que no cumple función alguna con el cargo. Lo cual es una receta para atraer a quien quiere adquirir influencia y, por ello, siempre estará en riesgo de caer en algún escándalo.

Así que la Segunda Vicepresidencia debería desaparecer después de este nuevo naufragio.