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Redacción PERÚ21

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Roberto Lerner,Espacio de crianzahttps://espaciodecrianza.educared.pe

Nuestra arquitectura cerebral, la época en que nacemos, la cultura en la que vivimos, la familia que nos toca, las circunstancias específicas y el estilo que traemos, se conjugan para producir un mundo individual único e irrepetible, pero que puede entrar en contacto con otros, que puede ser, parcialmente, entendido.Y que puede acoger el mundo ancho y ajeno como propio, relevante, comprensible, aceptable, placentero; y tolerar el dolor, la injusticia y lo que queda de absolutamente misterioso en él; o rebelarse creativamente dentro de él.Pero, ¿qué pasa cuando hay entornos familiares que secuestran datos esenciales, se roban la posibilidad de ordenar, complotan activamente contra el derecho a la verdad, se vuelven impredecibles de tanto encubrir y ofrecer versiones contradictorias e interesadas?Me lo respondió una niña de 11 años cuando le pregunté qué objeto no querría ser de ninguna manera. "Un rompecabezas", me dijo. "Cuando tratan de obligar, a la fuerza, a estar juntas dos piezas que no corresponden, duele".Armar el complejo rompecabezas que nos ofrece la vida, requiere un apoyo benévolo del entorno, un mínimo de buena voluntad por parte de sus personajes principales. Sin eso, predomina el dolor.