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Redacción PERÚ21

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Roberto Lerner,Espacio de crianzahttps://espaciodecrianza.educared.pe

Un camino lleno de tomates que reventábamos montando bicicleta hasta quedar totalmente embadurnados, como tallarines en salsa roja.

Renacuajos de panza hacia el sol sobre una piedra al costado de un estanque serrano. Para ver el interior a través de la piel transparente.

Un pedazo de papel bajo la lupa que concentraba la luz en un punto que ennegrecía primero y luego ardía.

Un loro que gritaba en la mañana de los domingos "¡papá quiero huevo!", repitiendo el pedido de mi hermano para comer su potaje favorito.

El olor del clóset de la casa, donde nos escondíamos cuando no queríamos hacer algo y las piernas de los que nos buscaban a través de unas rendijas en la base de la puerta.

Mi papá gritando "¡no se le da la espalda al mar!" cuando salía hacia la orilla en la playa.

Entonando "¡que salga el sol, que salga el sol!" en el carro camino a Chosica, cuando todavía estábamos bajo la panza de burro de Lima. Y la alegría ante una luz que pensábamos había traído nuestra canción.

Son algunos de los recuerdos que mis alumnos evocaron. Entre las decenas que recogí, ni uno se refiere a tareas escolares, a discusiones sobre bañarse o lavarse los dientes, o a transacciones solemnes entre padres e hijos.

Casi siempre son totalidades hechas de voces, imágenes, olores y sentimientos, que nos devuelven a padres, hermanos, amigos, en su dimensión más humana.