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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Enrique Castillo,Opina.21ecastillo@peru21.com

Para nosotros la captura de Abimael Guzmán y sus cómplices fue el final de la lucha, cuando en realidad debió ser el inicio de una imparable contraofensiva del sistema para terminar con todos los terroristas y sus formas de sobrevivencia.

Nunca consolidamos la victoria militar, y ningún Gobierno pudo aniquilar a los "remanentes" de SL, que, comandados por un Artemio al que nadie puede detener y que hoy pide un armisticio, siguió atacando y matando, ya sea al servicio del narcotráfico o de sus propios intereses.

Los diferentes gobiernos no fueron capaces de diseñar una estrategia legal y diplomática proactiva que pudiera frenar y revertir la ofensiva de SL en los diferentes foros y tribunales internacionales. Por el contrario, haciendo equilibrio en esa delgada línea que divide la defensa de los DD.HH. y la lucha contra el terrorismo, algunos gobiernos facilitaron el éxito de su defensa.

La lucha interna cambió de protagonistas: las víctimas de la violencia y sus defensores se enfrentaron al Estado y a las FF.AA. y policiales y viceversa. SL quedó fuera de toda confrontación.

La clase política peruana nunca superó la crisis que hizo que las ideologías y los partidos cedieran su sitio a los estados de ánimo, a la informalidad y a los oportunismos. Si a eso le agregamos la ausencia del Estado en el interior del país, nos daremos cuenta de que hay muchos lugares donde nada ha cambiado todavía.

Los gobiernos no han puesto especial atención en tratar de eliminar las principales causas que permitieron que la violencia germine. La brecha entre la costa y la sierra todavía es muy grande, y las regiones más pobres todavía no han dejado de serlo, a pesar de constituirse en la principal fuente de la riqueza nacional.

Nos falta mucho para acabar definitivamente con Sendero, ojalá la ocasión sea propicia para darnos cuenta y tomar acción.