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Redacción PERÚ21

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Pedro Salinas,El ojo de Mordorpsalinas@peru21.com

Es así. A veces la realidad termina superando a la ficción. Y es que los escándalos vaticanos de estos días superan cualquier novela de Raymond Chandler, Arthur Conan Doyle o Dan Brown. Tal cual.

El Vaticano, como saben algunos, es un Estado-ciudad enclavado en Roma y no supera las 50 hectáreas. No viven ahí más de mil personas. Es independiente y teocrático. La lengua oficial es el latín. Su autoridad suprema es el Papa, y el Secretario de Estado es el equivalente a un primer ministro europeo. E, hipotéticamente, tiene la función de administrar los asuntos de dios en la Tierra. Existe desde 1929 gracias al dictador Benito Mussolini quien, a cambio de regalarle soberanía al máximo pontífice, quería el apoyo de la iglesia católica a su movimiento fascista, cosa que obtuvo sin mayores problemas.

Y bueno. De ese minúsculo paisito, el más pequeño del mundo, quién iba a imaginar que acabarían saliendo las historias más bulliciosas sobre intrigas y malas artes. Y de escándalos, claro. Como estos recientes, sobre revelaciones de documentos comprometedores y dobles agentes y advertencias de asesinatos, que han evidenciado la orfandad en la que se encuentra el actual papa Benedicto, así como la pugna por el poder entre las facciones más ultraconservadoras de la iglesia, que actualmente detentan todo el poder.

Así que ya ven. Quien fuese el fiero cancerbero de Juan Pablo II, hoy proyecta la imagen de un vicario débil, enfermo, aislado, enajenado e incapaz de gobernar la meca del catolicismo. Dicho de otro modo: es como si Gilligan estuviese al mando de la barca de Pedro. O algo así.

La manzana de la discordia parece ser el cardenal Tarcisio Bertone, el número dos de la Santa Sede, a quien un bando de la curia vaticana no traga. En la época del Renacimiento, estas luchas intestinas se zanjaban con la mejor de las sonrisas, vertiendo un poco del veneno guardado en el anillo sobre la copa del adversario. Pero en estos tiempos modernos se ha preferido usar a los medios de comunicación, filtrando cartas y reportes secretísimos, hurtados del propio apartamento papal o del archivo de monseñor Georg Gaenswein, secretario privado de Ratzinger, y que, entre otros temas, involucran al Banco Vaticano en casos de lavado de dinero.

El caso es que, hasta L'Osservatore Romano, que es como el Granma del catolicismo, ha descrito al santo padre como "un apacible pastor rodeado de lobos". Porque así están las cosas, les cuento. Jodidas. Hasta el punto del colapso. Y no exagero.

Sí, sí, ya sé. Conozco el rollo. La iglesia ha tenido problemas antes, tiene más de dos mil años, la guía el espíritu santo, y patatín y patatán. Pero el secretismo y el ocultamiento de la verdad, que han sido siempre sus principales armas de protección, han sido vulnerados en esta ocasión con impredecibles consecuencias.

Para que tengan una idea. Es la primera vez que un papa recibe un estrepitoso abucheo por parte de los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, cuando salía a saludar desde su ventana. En fin. No sé si ya lo dije antes, pero esta institución, signada por la insidia y los navajazos, de santa tiene lo que María Magdalena tenía de casta. Pues eso.