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Redacción PERÚ21

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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com

La imagen de jefes de Estado que se profesan afecto y gastan poco tiempo en formalidades molesta a aquellos que siempre han hecho –o defendido– políticas que benefician a unos pocos. La seriedad parece estar dada por el terno oscuro, la corbata que haga juego y la mueca, que se acomode a ese rasgo funerario. El pelo de Evo –peinado de fraile campanero según Mario Vargas Llosa–, las camisas de Correa, los vestidos de Cristina –por no hablar de los intermedios musicales de Chávez–, han ocupado las agendas de los diarios a falta de mejores temas a tratar. Recuerdo que, hace tiempo, el mismo Vargas Llosa criticó a Néstor Kirchner diciendo "qué hombre tan desagradable (sic)". Mujica, de incomparable humildad, y Dilma, representante de la octava potencia económica del planeta, se salvan de las críticas que son repetidas por la población que identifica un gobierno como bueno o malo a partir de estas reflexiones folclóricas e intrascendentes. Es tiempo de que, además de mirar lo que cree que está mal en la región, la prensa enfoque los gravísimos –y posiblemente irresolubles– problemas económicos y financieros que enfrentan Estados Unidos, en primer lugar; Japón, cuyo crecimiento está detenido desde hace años, y la Unión Europea. Esa crisis, que nos afectará a todos, no parece llamar a una reflexión seria sobre el modelo que la provocó.