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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Fritz Du Bois, La opinión del directorCuando a los chicos les agarra el crecimiento, uno empieza a darse cuenta de ello cuando ve que la ropa ya no les queda. Algo similar viene ocurriendo con la economía peruana, que está creciendo y madurando a diario.

Sin embargo, aún no nos hemos acostumbrado y nos siguen sorprendiendo las consecuencias de un entorno dinámico, como son una moneda que se está revalorizando o el alza de precios en el mercado inmobiliario.

Pero, donde no se ha notado ningún cambio es en el Estado. Más aún, ahí no se han dado cuenta de que, al país, la ropa ya no le entra y no la están renovando. Eso explicaría la falta de interés en cerrar, vía inversión privada, la brecha de infraestructura, que es el mayor cuello de botella para seguir desarrollándonos.

En el Gobierno tampoco parecen interesados en sacar adelante decenas de proyectos mineros, energéticos, petroleros o de construcción de autopistas, todos los cuales están paralizados esperando que un terreno sea expropiado o que un permiso sea otorgado o, simplemente, en espera de la decisión de algún funcionario.

Así, el Perú se está convirtiendo en un lugar extraño donde todo está incompleto o parchado. Por ejemplo, si uno viaja de Lima al sur, va durante 180 kilómetros en una autopista de país desarrollado. Hasta que llegas a la curva de Chincha y, como si hubieras cambiado de canal con el control remoto, entras al tercer mundo en un solo acto. Combis, mototaxis, peatones, y hasta vendedores ambulantes, circulan en una carretera que no ha cambiado desde los tiempos de Odría.

Incluso, el proyecto de Alan García de una autopista desde Tacna hasta Huaquillas –que parecía algo ambicioso para un solo mandato–, en realidad, a este paso, gracias al Estado, va a tomar en completar no menos de 20 años. Al final, el Gobierno parece que quiere asfixiar el crecimiento manteniéndonos con pantalones que parecen cortos, cuando deberían ser largos y, encima, nos quedan apretados.