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Redacción PERÚ21

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Roberto Lerner,Espacio de crianzahttps://espaciodecrianza.educared.pe

El desarrollo es indisociable de cambios en la imagen corporal. En momentos de aceleración condimentados con sensibilidad autocrítica, como la pubertad y adolescencia, son inevitables turbulencias y desconcierto. Vellosidades, redondeces, afilamientos, menstruación, sueños húmedos y los misterios de la atracción sexual, no son poca cosa.

Pero ahora el asunto comienza antes y se prolonga largo tiempo después. Nos pesamos todo el tiempo, nos medimos todo el tiempo y tenemos en mente un ideal de cuerpo y salud que escapa al 95% de los humanos. Un cuerpo enemigo, un cuerpo al que vencer y doblegar, al que meter a toda costa en un formato imposible, a la manera de las hermanastras con el zapatito de la Cenicienta.

Obsesionados con la obesidad —obesos más una "s"—, al mismo tiempo que decimos no querer discriminar a nadie por sus características físicas, quedamos todos excluidos de una imagen corporal imposible. Y convertimos en una característica de toda la vida la inseguridad natural del cuerpo púber y su inevitable dosis de malestar e insatisfacción.

Desde niños asediados por los manuales del comer ideal hasta viejos peleando por recuperar el tiempo y deshacerse de sus marcas, hemos terminado teniendo 12 años toda la vida. Y entre dietas, impuestos a la comida incorrecta, rutinas de ejercicios, bandas gástricas y liposucciones, lo único que adelgaza es nuestra billetera.