Foto: César Fajardo.
Foto: César Fajardo.

Redacción PERÚ21

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Gonzalo Farfán,MúsicoAutor: Gonzalo Pajares.gpajares@peru21.com

En 1986, después de la explosión del rock subterráneo, de las cenizas de Autopsia surgió G3, una banda hardcore que, por feeling y letras, se transformó en una de las más importantes del rock peruano. G3 supo hacer himnos como Presión ("Nada me cambiará, nada/ nunca me impondrás, nunca/ tu modo de pensar") y Antisocial ("No te les pareces, piensas diferente, te creen antisocial"), que marcaron a la generación de los 80. Por eso, esta conversa con Gonzalo Farfán, líder y cantante de la banda, más que una entrevista, es un homenaje.

¿Eres consciente de la importancia de G3 para nuestro rock?Hoy, 26 años después, sí siento que fuimos una banda que ayudó a crear una escena: la del hardcore-punk local, pero cuya influencia llegó a otros países de América Latina, como Brasil, Colombia, Chile, Argentina y México. Allí sentimos que éramos un ícono.

Yo creo que G3 trasciende la escena hardcore, que su voz fue la de una generación…El rock fue el vehículo para transmitir nuestro mensaje. No nos gusta ponernos etiquetas o que encasillen nuestra música, pero siempre repetiremos que la música que hacemos es la que nos sale de las tripas y del alma, que nunca ha estado comprometida –ni por plata, ni por ideología, ni por una cuestión cultural– más que con nosotros.

Aparecen en 1986, cuando la escena rockera estaba bastante politizada, pero su rollo fue existencial antes que político…Nunca nos dijimos "vamos a ser diferentes" sino "vamos a hacer lo que nos gusta". La política nos preocupaba, pero siempre hemos creído que la construcción de una sociedad se basa en el ser humano. Muchos nos decían –y dicen– que nuestras canciones les habían cambiado la vida.

Si a mí me dicen eso, estaría alucinado…Estas expresiones las tomamos con tranquilidad: nunca nos hemos alucinado nada. Somos modestos y, aunque lo que hacemos es bastante serio, no nos la creemos, no caminamos sobre algodones, porque si eso pasa se malogra todo.

Con otra gente –y bandas– abrieron la 'Casa Hardcore'…Sí. Como es normal, hay gente con la que conectas más. Al inicio (1984-1985), la movida 'subte' era un colectivo unido, pero luego se empezó a resquebrajar. Dentro de la movida se estaban replicando los mismos vicios de la sociedad que nosotros tanto criticábamos. Con dos o tres bandas más alquilamos una casa al lado de la comisaría de Barranco y empezamos a hacer conciertos todos los viernes y sábados. Allí forjamos una segunda escena… y se abrieron otras en Santa Beatriz (El Hueco), en el Rímac, en el Centro. Al final, esta atomización resultó buena porque dio origen a la autogestión. Hasta el 85, todos dependíamos de quien organizase el concierto. "Hay tocada en Ancón", nos decían, y las 50 bandas tomábamos un micro, llegábamos y tocábamos sin estar anunciados, prestándonos los instrumentos. Pero, en el 86, todo cambió. Allí se formó la nueva escena del rock nacional, la que despega en los 90.

¿La música es tu vida?Yo tengo una frase: "Vivo de la música, pero como de mi trabajo". Sin embargo, nunca he comprometido música por cuestiones económicas. Felizmente, hoy mi trabajo tiene que ver con la cultura (trabaja en el teatro La Plaza).

¿G3 regresa por pura nostalgia o por amistad?Por nostalgia, la amistad nunca se perdió. No tocamos hace 12 años, pero aún somos amigos. Cuando le pusimos fin a G3, fuimos muy claros: llevábamos muchos años tocando juntos y nos habíamos extinguido como banda. Había riñas, nuestros objetivos musicales eran distintos y se nos hizo muy difícil seguir, al punto que nuestro concierto de despedida fue el de la presentación de nuestro último disco: En casa. Hoy podríamos juntarnos, sacar un disco increíble, pero es muy difícil que G3 siga funcionando como banda. Lo que sí siento es que si G3 existiera sonaría como Inyectores, mi banda actual.

¿Inyectores pegó como G3?Mucho más, sobre todo en los primeros años: su éxito superó al de G3 por el buen momento de la escena rockera (del 2000 al 2006), por la cantidad de discos que vendíamos, por la cantidad de gente que iba a nuestros conciertos, etcétera. Hoy no hay nada, a pesar de que existen más bandas que nunca. Falta público y promotores. Eso sí, el éxito de G3 no acabó con la banda, hoy es más grande que nunca. G3 no toca, pero no es una banda muerta precisamente por el público que nos escucha. Hoy sí somos una banda de culto.

¿Qué vengan tantas bandas de fuera malogró la escena local?Por supuesto. No hay bolsillo que resista dos o tres conciertos grandes al mes. Por eso, la gente dejó de ir a ver a las bandas locales, por una cuestión de poder adquisitivo. Hoy tenemos muchas bandas garajeras, frescas, de gran creatividad y vigentes. Los 'conciertonos' de 100 personas han reemplazado a los festivales de cinco mil gentes.

AUTOFICHA

- Nací en Lima, en 1967. Entré a la escena rockera en el 80, cuando era un púber. Mis papás eran rockeros: mi viejo, fan de los Beatles; mi vieja, de los Rolling Stones.

- Soy del límite de Lince con San Isidro, un barrio musical. Escuchando jazz y, luego, música progresiva, llegué al punk: por contraste (ríe).

- Gabriel Bellido (bajista de G3) es mi amigo, mi hermano: nos peleamos todos los días (ríe). He tocado en Autopsia, en G3, en Inyectores… y en Back Door Men.