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Redacción PERÚ21

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Santiago Pedraglio,Opina.21spedraglio@peru21.com

Sostuvo, tal como hace cerca de cuarenta años lo hizo el general Juan Velasco Alvarado, que la distinción entre derecha e izquierda es "algo del pasado".

Queda claro que el presidente busca un espacio de identidad "desalineado". Pero el problema va más allá de que se reconozca como nacionalista o no –igual podría ser un nacionalista de izquierda… o de derecha–. Es que, tomando en cuenta decisiones y señales recientes, va camino a convertirse en jefe de un nacionalismo minimalista, con dos ejes centrales: el esfuerzo para que el estado obtenga un mayor porcentaje de la renta interna, es decir, de las utilidades nacionales; y la tendencia a considerar que las fuerzas armadas, como "institución tutelar" son la mejor representación de ese nacionalismo (que puede ser no solo minimalista sino incluso conservador).

Ese es el detalle: si el presidente ancla su gobierno ya no en las izquierdas que lo apoyaron (dentro y fuera de Gana Perú) y ni siquiera en las bases de su partido nacionalista, la opción más probable es que traslade a los institutos castrenses la garantía de orden que requiere su nuevo proyecto, que no sería otra cosa que una mixtura, con visos autoritarios, de nacionalismo mínimo, alianza privilegiada con la gran inversión y más gasto social.

Sin embargo, el presidente Humala tiene aún posibilidades de no caer en otra forma de continuismo, si retoma la confianza en sus propias fuerzas y deja de sobrevalorar la de sus enemigos de ayer, esos que hoy, a punta de zalamería y miedos económicos, se lo quieren meter al bolsillo.

De otro modo, ¿tanto esfuerzo, para terminar sin transformar nada ni pasar a la historia como un mandatario que deja una huella de verdadero progreso social y desarrollo, tal como él dice (¿dijo?) anhelarlo?