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Redacción PERÚ21

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Lucía de Althaus,Opina.21quererteatiperu21@gmail.com

Si uno abre la mente y deja de creerse un adulto sabelotodo, nos damos cuenta de que los hijos nos enseñan muchísimo. Mi hija menor, que tiene un carácter muy fuerte, me hace ver mis errores constantemente. Si llego cansada y con poca paciencia, ella lo siente y me responde furiosa, como quejándose. Si ella fuera más dócil, podría aceptar pasivamente mi trato sin quejarse pues, además, es natural como madre estar cansada y no decir las cosas de la manera correcta todo el tiempo. Pero, como es brava, me responde con fastidio. Entonces, si yo no la escucho y me niego a cuestionarme a mí misma, entro en una pelea por ver quién gana (que, de hecho, ya me pasó). Pero, si bajo la guardia y acepto que ella tiene algo que aportar en esta relación, me percato de que estoy respondiéndole de manera intolerante. Ahí es cuando entramos en una verdadera comunicación, en donde yo le digo "ok, tienes razón, voy a hablarte más tranquila", y ella, acto seguido, me responde sin negaciones. Ella me enseña a conocerme y a ser una mejor mamá.