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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Mauricio Mulder,Pido la palabraPara un gobierno que llegó bajo el influjo de un bien diseñado lema: "La honestidad es la diferencia", ya son demasiados los temas de corrupción y de ineficiencia que en solo un año se han producido. No es que podamos decir que se trata de una mafia organizada o de un hato de malhechores, pero el número de casos que se han conocido ya está empezando a ascender a las más altas cumbres del poder, y eso sí es peligroso para la estabilidad de un gobierno políticamente débil.

El hecho de que al notorio caso del señor Alexis Humala le haya sucedido, en menos de 24 horas, el torpe uso del avión presidencial para un viaje de la primera dama podría estar reflejando, en importantes sectores de la población, la sensación de que el lema de la campaña era solo un saludo a la bandera. Hoy, estoy seguro, los peruanos vuelven a su tradicional escepticismo frente a la política, y refuerzan su criterio de que todos los que llegan al poder son esencialmente corruptos y que eso no lo cambia nadie. El padre del jefe del Estado, justificando a su hijo con la frase "el Perú es un país de ladrones", lo refleja todo.

Hizo bien Ollanta Humala en señalar que nadie está por encima de la ley. Pero lo importante es que el país le crea, como le creyó cuando afirmó que él, como presidente de todos los peruanos, estaba por encima de su familia, y no dudó, en consecuencia, en cortar los abusivos aprovechamientos de poder con los que su hermano Antauro lo desafiaba cotidianamente. Mostró firmeza y comprensión de cuál es su verdadero nivel: nada menos que presidente del Perú. Sin embargo, una actitud pasiva o melindrosa como la demostrada por su bancada con respecto al pedido de investigar a Alexis diluye rápidamente esa sensación. O más aún, el exagerado peso político que Nadine Heredia se ha autoasignado desafiando y ninguneando severamente la autoridad del jefe de Estado, su propio marido.

Todas esas cosas van labrando en entornos políticos palaciegos la constitución de grupos autónomos de poder que empiezan a ser notorios en la administración pública, y termina obnubilando a sus integrantes. No olvidemos cómo es que había empresarios formales y derechos que pedían cita en la misma cárcel a Antauro Humala para que este intercediera en temas burocráticos de gestión. Actúan con el criterio de que "aquí no pasa nada", "estamos en el poder", "sigue nomás", que se vio reflejado en las palabras del socio de Alexis Humala buscando justificarse y en las apuradas explicaciones de la ministra Trivelli señalando que ella encabezaba la delegación a Brasil. La foto enviada por Palacio en la que figura Nadine Heredia y Dilma Rouseff en un mismo nivel bastó para desmentirla porque la ministra no aparece ni en la sombra. O a lo mejor fue ella quien tomó la vista.

Todos saben, además, que la segmentación del poder en el Perú lleva a determinar que un ministro pertenezca a tal o cual grupo, capitaneado por tal o cual padrino o madrina. Por ahora, los notorios son el cogollo del ministro de Economía, sólido poder tras el trono, y los entornos ministeriales y congresales de la primera dama, poder al costado del sillón presidencial e, incluso, con dos pasos adelante. Esa realidad diárquica terminará, como siempre sucede, resolviéndose con una encarnizada pelea mutua con vencedores y derrotados. Será de ellos que vendrán las acusaciones contra el otro, como ya está sucediendo.

Así se resolvió la salida de la familia presidencial de su entorno y, luego, la de los compañeros de ruta de la izquierda comunista. Ambos grupos, sintiéndose relegados, petardean desde fuera a su exlíder, pero participan activamente en los esfuerzos por minar su autoridad a ver si lograr reposicionarse en los entornos del poder.

Atrás quedaron los sueños de transformar la sociedad, de cultivar ideología y pensamiento democrático progresista. Salvo el poder (y su disfrute), todo es ilusión.