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Redacción PERÚ21

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Mauricio Mulder,Pido la palabraCongresista

La oficialización del pedido de indulto para Alberto Fujimori reposiciona su corriente política en el epicentro telúrico de nuestra agitada política, en la que no se podrá decir que todos los debates se concentran entre el Parlamento y el Poder Ejecutivo, sino entre otros poderes del Estado, como hemos visto esta semana.

Hay que señalar que el fujimorismo, quiérase o no, mantiene, pese a todas las circunstancias que lo afectaron severamente en la ultima década, un respetable espacio popular y un sólido caudal de votos endosable incluso de padre a hija, como se demostró en el último proceso electoral. Fueran cualesquiera las circunstancias y las razones que lo expliquen, pero su volumen electoral se recuperó ostensiblemente y mostró notable impermeabilidad ante los serísimos cuestionamientos de los que han sido objeto durante años, notoriamente en materia de derechos humanos, corrupción y golpismo.

De manera que resulta un absurdo hacer análisis político sin tomar en cuenta ese factor de la realidad y dedicarse exclusivamente a ver las cosas desde el ángulo judicial o médico. Estos elementos ayudan al debate, pero no son determinantes porque no limitan en ningún caso la eventual voluntad política del jefe de Estado, quien tiene la prerrogativa casi monárquica del indulto, sin limitación alguna ni necesidad de dar explicaciones.

La única limitación derivada de un instrumento internacional relativa a los delitos de lesa humanidad no es aplicable porque AFF fue condenado (leer la parte resolutiva de la condena, que es la que vale) por homicidio calificado. E, incluso, esta circunstancia limitativa es discutible y nada categórica.

El presidente, por tanto, tiene un problema en sus manos. Sorprende que sus hijos y abogados se hubieran dado cuenta recién de este efecto y que llegaran al absurdo de reclamar "un gesto" que nunca iba a llegar.

No me sorprendería tampoco que haya sido el mismo AFF en poner orden al respecto ya que, como se señala en diversas informaciones, se encontraría enfadado por la forma en que se conducen sus huestes, en las que son notorias las fallas de coordinación y las desavenencias internas.

Es obvio que se ha dado cuenta de que no tiene nada que perder. Lo peor que puede pasarle es que se quede donde ya está.

Humala, en cambio, tiene que sopesar la envergadura política del tema. Precarizada su base política, aislado con respecto a otros poderes, puede pensar que una negativa le volvería a dar el respaldo de la izquierda de la que se viene divorciando.

Evitaría con eso, además, que AFF se reposicione políticamente y se muestre mucho más activo en su esquema de proyectar a Keiko Sofía al 2016. En ese trance, su bancada se amalgamaría y su capacidad de acción opositora mejoraría, y eso puede significar problemas para el Gobierno. Pero pudiera creer también que, mostrándose generoso, el fujimorismo será agradecido y no confrontaría en demasía. Conseguiría la aceptación de amplios sectores centristas y aparecería como un hombre bondadoso, que no les tiene miedo a sus rivales políticos y que, por tanto, se ubica por encima de ellos.

Lo que me lleva a la conclusión de que, por lo menos, se tomará un amplio tiempo de reflexión al respecto.