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Redacción PERÚ21

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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com

Todos los sondeos de los últimos años muestran que la mayoría cree que Irán ya tiene armas nucleares. Y casi nueve de cada diez están seguros de que Irán sigue tratando de tenerlas. Hace unos días Leon Panetta, secretario de Defensa de Estados Unidos, expresó que Irán no solo no tiene armas nucleares, sino que ¡ni siquiera existe la evidencia de que quiera conseguirlas! Pareciera que, más que la palabra oficial, corroborada en este caso hasta por la CIA, cuenta el aluvión de informaciones confusas que los interesados en una guerra contra Irán siembran a través de los medios de comunicación. Impedir esa siembra, que podría llevar a una conflagración desastrosa para Irán, costosísima para EE.UU. y dramática para la economía del resto de la humanidad (excepción hecha de las petroleras), sería atentar contra la libertad de expresión. Este principio, al que todos los periodistas le asignamos el enorme valor que realmente tiene, puede convertirse en una trampa mortal en una sociedad en la que muchos medios supeditan sus convicciones a la rentabilidad de la empresa que dirigen. Los intereses de la industria de armamentos, sumados a los de muchos otros musculosos lobbies políticos, disponen de un poder económico capaz, no solo de comprar voluntades sino, también, de imponer su voluntad a través de distintas formas de presión. ¿Primará el sentido común o EE.UU. se involucrará en una guerra infinitamente más compleja que Irak y Afganistán juntos?