Lucía de Althaus,Opina.21quererteatiperu21@gmail.com
El problema es que este impulso sucede en un contexto donde pegar no es aceptado, razón por la cual los adultos nos quedamos perplejos sin responder o respondemos con más violencia. Cuando no hay una reacción limitativa se transmite permisividad desorganizadora que no enseña qué está bien y mal. Reaccionar con otro golpe, castigar o gritar demasiado, genera una contradicción contraproducente, pues no se puede enseñar la no violencia con más violencia. Ambas respuestas carecen de orientación y confunden al niño, convirtiendo los impulsos iniciales en actos ya violentamente deliberados. Lo ideal es intentar dar un asertivo y fuerte "eso no se hace", y, luego, distraerlo. Esto deja claro que no es correcto pero al no ponerle tanta atención, no se refuerza. Así, con el tiempo, van aprendiendo a controlarse.