Foto: David Vexelman.
Foto: David Vexelman.

Redacción PERÚ21

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María Pedro Conway,MisioneraAutor: Ana Briceño.abriceno@peru21.com

Conoce la libertad y el encierro aunque nunca ha estado presa. La religiosa María Pedro Conway cumple desde hace varios años una noble y sacrificada labor: llevar una voz de aliento a los presos enfermos del penal Miguel Castro Castro. Sí, esa cárcel que alberga a sentenciados por terrorismo, narcotráfico y otros delitos. ¿Miedos? Ninguno. Todos pueden ser sus buenos amigos.

Hermana, ¿en qué consiste su trabajo en el penal?Somos tres misioneras que hacemos labor en Castro Castro. La hermana Carlota, por ejemplo, va de lunes a viernes a dictar talleres y los domingos tiene a su cargo la misa. Yo estoy los lunes y jueves para visitar a los enfermos. Los miércoles y viernes voy a los hospitales donde son evacuados por su grave estado de salud.

¿Desde cuando empezó a trabajar en esa cárcel?Desde los años 80, pero la labor de las misioneras en varios penales se inició en 1975. Fue porque años atrás había pocos religiosos que visitaban los penales entonces la hermana Ana empezó a ir al Frontón, en el Callao, para ayudar. Inicialmente Castro Castro era para presos comunes. Después, con los años de la violencia, se fue poblando de más senderistas y, por esa época, empecé a trabajar ahí.

Imagino que los senderistas se oponían a su presencia.En un principio, sí. Apenas nos aguantaban, no podíamos ingresar a su pabellón. Después hubo más acercamiento gracias a la labor del padre Hubert Lanssiers, quien se preocupó por el tema de los indultos. Varios inocentes lograron salir. Hubo chicos que los llevaron a la cárcel sin haber hecho nada.

¿Cuántos presos han pedido el indulto en ese penal?En total son 30 presos que han presentado su indulto. De esos, nueve están muy graves, uno de ellos está en el Hipólito Unanue y el resto en su pabellón. Hay tres que están agonizando, uno tiene cáncer al pulmón, otro sufre cáncer generalizado y uno que ha perdido todas sus facultades y tiene problemas de respiración y no puede comer. Tiene una enfermedad irreversible.

¿Qué lecciones aprende en la cárcel?Muchísimas. Me llama la atención su fe, saben que la cárcel no será para siempre, que van a salir algún día. Ellos tienen tanta esperanza y resistencia interna que me asombro, sobre todo, de aquellos que tienen más de 17 años. Me pongo en los zapatos de las chicas, en Chorrillos, y yo, creo, no podría. Yo he aprendido de sus cualidades, su solidaridad. Cuando se enferman prefieren los cuidados que le dan sus compañeros que ir al tópico.

¿Ha visto morir a los presos?Sí. Recuerdo hace años un interno de Lurigancho que su indulto se dio después de que murió. En Castro Castro, también. Es muy triste.

¿Siente impotencia de no poder hacer que los internos no mueran en la cárcel?Me duele mucho ver gente que está agonizando en sus celdas o cuando no hay facilidades para conseguir un medicamento para ellos, pero de esas dificultades uno aprende.

¿Recuerda el momento más difícil en el penal?Hubo un preso que en cualquier momento iba a morir, entonces, fui a saludarlo y cuando estaba por retirarme me decía: no te vayas hermana. No soltaba mi mano. Él tenia mucho temor en morir y me puse a llorar, fue algo muy doloroso. También fue penoso ver que un interno había recobrado su libertad pero su familia no lo quería recibir y se quedó 15 días más en la cárcel.

Usted sobrevivió a una reyerta en los años 80 en Lurigancho, ¿cómo fue esa experiencia?Murió la hermana Juanita, que tenía muchos años yendo al penal, la hermana Teresa recibió una bala. Yo no sufrí casi nada porque estaba echada en la ambulancia. Fueron momentos difíciles pero prefiero no recordar esos momentos.

¿No le da miedo convivir con tanto preso o ya ha hecho sus amistades?No tengo temores. Ellos se portan bien conmigo, he hecho muchas amistades dentro. Es bonito cómo se va forjando la relación, desde que llegan hasta que son liberados. A veces hay una despedida y se van a la calle a buscar trabajo. Los apoyamos en todo el camino.

¿Cuál es su sueño?Me gusta mucho lo que hago. Eso ya es una realización que me pone feliz.

Si pudiera reunirse con Ollanta, ¿qué le diría?Señor presidente, con mucho respeto, usted dijo que ningún preso debe morir en la cárcel, pero parece que se ha olvidado de cumplir con esa promesa.

¿Hasta cuando seguirá yendo a la cárcel?Hasta que Dios quiera.

AUTOFICHA

-Nací hace 74 años en Estado Unidos. En 1964, cuando apenas tenía 26 años, vine al Perú como misionera de la Congregación de los Hermanos Maristas.

- Soy la mayor de seis hermanos y cada tres a cuatro años viajo hacia Estados Unidos para visitar a todos mis familiares.

- Cuando vine a Perú trabajé en colegios nacionales, después laboré en Maranguita. Me hubiera gustado escribir un libro con las anécdotas.