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Redacción PERÚ21

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Enrique Castillo, Opina.21ecastillo@peru21.com

La mejor prueba es que a pocas horas de estallar la crisis, el nuevo Gabinete ya estaba constituido.

Las contradicciones y el desorden al interior del Gabinete, y la percepción de que no había una adecuada coordinación ni una voz "cantante" que "roncara" a los ministros, habría sido la causa principal para que el presidente decidiera ofrecerle la tarea a Valdés, asunto que seguramente ya estaba conversado.

Durante las últimas semanas el presidente, apoyado por Valdés, había ejecutado varias acciones a las que Lerner se había opuesto, y había estado más cercano a sus colaboradores ligados a los sectores de Defensa e Interior.

Humala, además, había endurecido su gesto y su discurso en los últimos días, y se le ha visto más militar que presidente.

La apuesta no es fácil. Humala y Valdés tienen que ser conscientes de que se alejan cada vez más de la base social que apoyó al presidente Ollanta Humala en el 2006 y en el 2011; y que están desalojando del régimen a quienes no pudieron ser operadores en el Gobierno, pero podrían serlo eficientemente desde la oposición y en las regiones.

Van a afrontar las más variadas acusaciones de haberse derechizado y de haberse "fujimorizado" –sobre todo si se viene el indulto a Fujimori y una alianza tácita con el fujimorismo– y van a tener que trabajar muy duro para demostrar que no se han militarizado y que no está en marcha un nuevo proyecto militarista con careta democrática.

Tener un gabinete técnico es bueno, pero todo Gobierno necesita operadores políticos, y ni Humala ni Valdés, ni muchos de sus ministros y congresistas, lo son. Ojalá aprendan… y rápido.