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Redacción PERÚ21

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Mauricio Mulder,Pido la palabraDos muletillas recurrentes y monocordes aparecen siempre en los argumentos que cotidianamente nos suelen presentar diversos analistas cuando opinan sobre la problemática nacional: uno, que donde hay protesta es porque falta "presencia del Estado", y otra, que el terrorismo existe porque los partidos democráticos "no han hecho un debate ideológico" contra sus planteamientos.

Ambas, a mi modo de ver, son falacias. La famosa "presencia del Estado", dicha en tan reiteradas ocasiones, supone una panacea: todos los problemas se solucionarían milagrosamente por la susodicha presencia. El Estado resolvería la pobreza, la seguridad, la salud, la educación, etc. Porque sin un Estado que se ocupe de ello, nadie lo haría. La libre autodeterminación, la iniciativa ciudadana, la autoorganización popular, la inversión privada serían, en ese esquema, inútiles e inservibles. La mentalidad genéticamente monarquista, que supone que el Estado es el padre que nos protege y nos da los medios de vida, la he visto más acendrada en círculos intelectuales que en los ciudadanos-súbditos que se supone que somos. Nos dicen que cada problema que hay, un accidente de tránsito, un crimen pasional, un resultado futbolístico, son el resultado de una carencia estatal. Si una película no le gustó es porque el Estado no promueve el cine. Si sube el pollo es porque el Estado no lo baja. Si hay basura es porque el Estado no la recoge…, etc.

Cuando vemos que, por ejemplo, en EE.UU., el debate es que el Estado se mete demasiado en la vida de los ciudadanos, vislumbro un tono marcadamente libertario. Cuando, en cambio, escucho que el Estado debe estar en todo, vislumbro uno autoritario, monárquico. Y quizá ello lleve a la necesidad de reflexionar si, más bien, el tema de fondo estribe en que cada ciudadano cambie de mentalidad si quiere que la sociedad cambie.

Y lo mismo sucede con el dichoso tema del "combate ideológico", que también es reputado como una panacea. Este supone dos conceptos: uno, que los terroristas son interlocutores válidos que eventualmente sí respetarían reglas mínimas de debate y, otro, que producido este hay un vencedor y un derrotado. Lo que yo creo es que polemizar con Sendero demuestra que toda la ingenuidad que tuvo la izquierda formal para no condenar la lucha armada de los años 80 no solo no se ha disipado sino que viene más fuerte. Porque Sendero Luminoso considera que al enemigo de clase hay que destruirlo, no refutarlo, y que si por azar aceptase un espacio de debate, como hacen sus abogados del Movadef, es solo si eso es considerado como parte de la guerra milenaria en la que se creen insertos.

Un debate ideológico no produce derrotas sino solo un trabajo político. Y si Sendero Luminoso nunca tuvo ni tiene apoyo de masas, no es solo porque su mensaje solo se adapta a mentes débiles deseosas de buscar apoyo gregario fanatizado, sino porque sí hay amplísima presencia democrática en las organizaciones sociales de base y que son las que conquistaron la democracia en el país. Es por eso que SL asesinaba a dirigentes de esos partidos y de esas organizaciones.

Pero, claro, eso no significa que no puedan disfrazarse como en el caso del Conare. Merecen ser desenmascarados, pero también debe aplicárseles la ley y no servirles de caja de resonancia.