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Redacción PERÚ21

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Mónica Delta,Opina.21mdelta@peru21.com

Para los ciudadanos que prosperan, es un mes festivo, de gratificaciones, viajes o compras, mientras que, para los otros, es una temporada de desesperanza frente a autoridades mentirosas e ineficientes, de circo de barrio pobre y de rabia acumulada por la poca oportunidad presentada.

En los últimos 30 años hemos tenido mensajes presidenciales de memoriosos recuentos, de grandes oradores pero pésimos gobernantes, de pragmáticos corrompidos con actitudes dictatoriales, de aquellos que encarnaron 'errores estadísticos' y de los que buscaron una reivindicación en la historia. Hoy, dentro de un marco de crecimiento económico pero aún con grandes desigualdades, lo que pudiera estar buscando un ciudadano promedio es un discurso corto, sencillo, pero veraz. Percibo que el presidente Humala puede hablar claro y directo de su propia transformación. Inspiraría en el ciudadano la certeza de que es gente como uno, capaz de evolucionar por convicción y no por presión de grupos interesados.

Una cualidad de Humala es su estilo rudimentario y poco moldeado, lo que puede convertir en una ventaja. Es importante que utilice ese mecanismo para explicar su propio cambio. Estoy segura de que tiene dudas sobre cómo afrontar los grandes temas del país. Imagino que muchas veces tiene enormes frustraciones en la búsqueda de soluciones. Pero eso es lo que el peruano común quiere escuchar. No espera oír que todo es una maravilla, sino cuánto cuesta mantener el rumbo.

La madurez implica, muchas veces, pasar de 'incendiario' a 'bombero'. Hoy, Humala es el capitán que dirige el barco llamado Perú, y su responsabilidad es conducirlo –con firmeza y calidad de estadista– a buen puerto.