Diego de la Torre y los niños

Un exitoso empresario se queja de Montaigne, Ribeyro y Vallejo. El optimismo está de moda, como el rechazo a la tristeza, el dolor moral y la desesperanza. La felicidad es un valor supremo, también en misiones, visiones y decálogos de valores organizacionales.
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Roberto Lerner,Espacio de crianzahttps://espaciodecrianza.educared.pe

Aparece en el currículo de algunas escuelas. ¡Todos felices, sonrientes y erguidos para emprender, competir, producir y exportar! Es una apreciación superficial de la naturaleza humana y de su relación con la libertad y el valor del individuo en la creación de todas las riquezas, incluyendo la material. Decretar la abolición de lo negativo no es distinto que poner a la oposición en la cárcel. El marxismo en el poder terminó por considerar la sensibilidad a lo que no está bien en el mundo externo e interno como traición. ¡Los justos habían llegado: los pesimistas del arte, literatura, ciencia y política tenían que ser enemigos! El milenarismo religioso es igual. El humor, tan ligado a la tristeza y a la creatividad cultural y económica, irrita a dictadores y predicadores. Cuando se busca decretar la abolición de una parte de nosotros, esa parte regresa brutal y grotescamente. Me recuerda una empresa en la que todo era caritas felices. Luego de 8 horas de sonrisas y amabilidad, afirmación optimista en intercambios administrativos, reuniones de planeamiento y encuentros en los corredores, el hogar se convertía en un solo de gritos y cachetadas. Nuestros niños sí deben leer a Vallejo, a Ribeyro, a Montaigne. Deben saber que dolor, desánimo y rabia existen, dentro y fuera. El problema no es que existan, sino lo que aprendemos y enseñamos a hacer con ellos.

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