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Redacción PERÚ21

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Santiago Pedraglio,Opina.21spedraglio@peru21.com

En marzo del año pasado, a escasas semanas de la primera vuelta, cuando el hoy presidente Ollanta Humala ya ocupaba el primer lugar en las encuestas de opinión de Ipsos-Apoyo, solo el 3% del nivel socioeconómico A decía que votaría por el candidato de Gana Perú. La abrumadora mayoría se inclinaba hacia Pedro Pablo Kuczynski (54%) o Alejandro Toledo (20%).

En la segunda vuelta, cuando ya quedaban dos candidatos, Keiko Fujimori y Ollanta Humala, el nivel A seguía inclinándose abrumadoramente contra este último. La candidata fujimorista obtuvo, en el sondeo de mayo, el 61% de las preferencias de ese sector; Humala, solo el 15%.

Pues bien, ahora, a nueve meses de aquella encuesta, el presidente obtiene un espectacular 75% de aprobación en ese mismísimo sector A, convertido en humalista. Esto se constata más fehacientemente cuando se compara el espectacular 75% con el porcentaje obtenido en los otros sectores sociales. El sector E, por ejemplo, le brinda el 56% de su aprobación.

¿Por qué el sector A se ha mudado tan bruscamente y en patota? Quizá porque el presidente Humala se le ha acercado y porque no era el fantasma de Hugo Chávez que habían creado los medios opuestos a su candidatura. Sin embargo, este dato refleja algo más profundo: la derecha económica puede perder una elección, y de hecho las pierde, pero es lo suficientemente potente como para apropiarse del arisco ganador. Siendo así, ¿para qué preocuparse por fortalecer partidos políticos propios, modernos y de alcance masivo? Basta con ajustar, en el momento apropiado, las clavijas del poder de facto.