Foto: Rafael Cornejo
Foto: Rafael Cornejo

Redacción PERÚ21

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Cusco es nuestro destino favorito: por su belleza natural y por su historia, por su arquitectura y por su hechicera energía, porque allí, por más descreído que se sea, uno comprueba que hay lugares con magia… algo que a Cusco le sobra.

Y Cusco está asociado a aquella otra maravilla: Machu Picchu, que acaba de ser elegida como el destino que debemos visitar si queremos que nuestra vida sea vida.

Y en busca de vida –y energía– partimos hacia Cusco. En el Valle Sagrado nos sorprendimos con la calidez de su gente, la belleza de sus paisajes, la abundancia de sus criaderos de truchas y la calidad de sus hoteles, como el Río Sagrado, donde nos alojamos.

Al día siguiente partimos a Maras, esa salinera natural instalada en las alturas del Valle Sagrado. La sal es deliciosa, gruesa y hasta medicinal. La venden a 3 soles el kilo (debería costar muchísimo más).

Hay varias maneras de llegar a Machu Picchu. La más placentera es, sin duda, en el Hiram Bingham, el mejor tren de lujo del mundo según una reciente encuesta. Hay música en vivo, un buen menú, bebidas de primera (los vinos no tanto) y un ambiente de fiesta que solo es comparable con la sensación de ver la ciudadela inca. Las palabras no bastan para describir esa maravilla. Su mirada, sí.