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Redacción PERÚ21

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Fernando Maestre, Opina.21fmaestre@peru21.com

Muchas parejas sufren crisis de variada intensidad cuando se acercan a los 40. Algunas salen y otras no, principalmente, porque no saben lo que desencadenó estas inquietudes que hacen que una pareja, que funcionaba bien desde que se casó, 20 años después cambie sus conductas como si un demonio del alma hubiera despertado. Al inicio del matrimonio, las parejas suelen estar abocadas a crecer, a criar hijos, a desarrollar una profesión hasta tener éxito: la casita se compró y los hijos son universitarios o trabajan. Los objetivos se han logrado, la lucha por la vida casi se ha cumplido, lo cual hacía que los problemas conyugales quedaran en segundo plano. Ahora, sus identidades quedan vacías y empiezan los sueños de una segunda adolescencia. Uno busca más libertad, la otra quiere independencia; uno sueña con jovencitas, ella no está dispuesta a subordinarse y quiere vivir lo que no vivió. La solución es difícil, pero no imposible. Una salida es que ambos aspiren a vivir semanas solos; otra es reducir las peleas al mínimo o dar más horas a la familia hasta que el amor vuelva.