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Redacción PERÚ21

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Mauricio Mulder, Pido la palabraCongresista

A estas alturas queda claro que en Chile prevalece más el ambiente de preocupación que el de tranquilidad con respecto a los vaticinios de la futura sentencia que le toque emitir a la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Muy claro fue al respecto el presidente Sebastián Piñera cuando dijo que Chile no tenía nada que ganar. Y es evidente que, no existiendo un tratado formal de límites, como manda el derecho internacional, la corte aplicará los principios generales del derecho en la búsqueda de su objetivo fundamental: la solución pacífica de controversias en aras de la paz mundial.

Ambos países concurren con todo lo que pueden y no solo con argumentos jurídicos. Lo político ejerce también un peso específico, y no de otra forma deben entenderse las declaraciones del expresidente Frei cuando habla, nada menos que en la puerta del Palacio de La Moneda, a poco de haber parlamentado con el presidente de la República, que Chile "no aceptará" una sentencia que no diga lo que ellos creen. Es claro que Frei expresó propósitos que Piñera no podía decir, pero sí pensar, y ponerlo en el tapete para manejar la reacción política cuando suceda. Lo mismo ocurre con la permanente campaña antiperuana del diputado Tarud que, con toda seguridad, tratará de convertir ese hecho en una bandera chauvinista de posibles réditos políticos inmediatos.

El Perú ha mostrado unidad de criterio y solidez en su exposición. El espectro político peruano, que es mucho más fraccionado que el chileno, y acaso más arisco, no ha tenido esos exabruptos y está mejor preparado para afrontar la sentencia. El Perú demostrará que es un país sólidamente democrático y respetuoso, muy lejos de la reacción irresponsable de Colombia, la que, al parecer, felizmente se va diluyendo.

En nuestra patria no ha habido posiciones altisonantes ni irresponsables. Fue esa diferencia la que justamente motivó que el Congreso buscara mostrar ante el mundo que todas sus fuerzas políticas respaldaban al Gobierno. Pero, como siempre, fue malinterpretado y, por el contrario, mostraron una desconfianza interna que acicateó a algunos halcones chilenos, como lo hemos visto. Desató escondidas pasiones internas que, al igual que en 1879, nos mostraban con odios internos que el enemigo aprovechó. En ese entonces se decía que ciertos oligarcas habían señalado "primero los chilenos que Piérola".

Hoy hemos visto a periodistas peruanos llegar a la increíble insania de entrevistar a políticos chilenos para que sus argumentos sirvan para agredir a congresistas peruanos, y a manifestar que, como ellos no viajaban, los peruanos debían hacer lo mismo. Una autoestima nacional por los suelos que motivó que rápidamente se determinara la cancelación del viaje para no despertar esas taras nacionales que, por lo visto, aún subsisten genéticamente en algunas personas.

Pasada la anécdota, porque eso es lo que fue, y vuelta la tranquilidad, el país se muestra firme. Sabemos que la Corte no puede convertir en tratado de límites un acuerdo pesquero. Sabemos que la Corte sabe que Chile, en 1929, por ser vencedor y haber arrebatado por la fuerza territorio al Perú, pudo haber impuesto un tratado formal con el paralelo que hoy defiende, así como hizo con la frontera terrestre, en lugar de escudarse en una sola hoja de papel que no puede decir nada de lo que no tiene escrito.